martes, 30 de agosto de 2011

INDIA DEL SUR. 23- AJANTA Y ELLORA. La fe que mueve montañas


Las últimas etapas de bus por Maharastra hasta llegar a Aurangabad han sido, aunque de bonitos paisajes verdes, muy largas. Pero ha merecido la pena, ya lo creo…
Hubiera merecido la pena el viaje entero sólo por transportarse en el tiempo y contemplar las alucinantes maravillas que nos esperan.  

Aurangabad fue capital del último imperio mogol de 1653 a 1707. De ese esplendor queda un recuerdo: Bibi-Qa-Maqbara, el mausoleo que el hijo de Aurangzeb hizo construir en memoria de su madre y que pretendía ser réplica nada menos que del Taj Mahal. Pero el padre no consintió el derroche de mármoles y el monumento se quedó en un Taj Mahal pobre, que es como lo llaman popularmente. No desprovisto de elegancia, verlo de noche disimuló su deterioro y revistió la visita de un romántico misterio.

Pero vamos con la magia…

Cuando John Smith, oficial de la Compañía Británica de las Indias Orientales, se internó en aquel cañón tallado en el basalto de los montes Indhyadri por el río Wagura, dicen que para cazar un tigre, no sabía que iba a hacer algo mejor que cobrar una presa: iba a despertar al Buda de su sueño de más de mil años, y con ello a pasar a la historia... Era 1819.

Intento llegar a Ajanta con mi capacidad de asombro lo más intacta posible. He leído lo que dice en la guía pero no he querido ver imágenes... En mi memoria están otro cañón en forma de herradura, también de origen volcánico, en Ásbyrgi, la maravillosa Islandia, y un puñado de cuevas: la de los mil budas de Bezeklik en las montañas flameantes del Gobi, las de Bingling, y las míticas de Mogao, todas en China.
Es difícil igualar eso... pero lo que encuentro lo supera con creces en algunos aspectos.

Ajanta es uno de esos lugares de innegable fuerza telúrica. En la pared basáltica, entre el S I a.C. y el S VI d.C., fueron horadadas 30 cuevas que sirvieron a los primeros monjes budistas, además de para la meditación, como salas de descanso (viharas) y de reuniones (chaityas).

La obra es grandiosa, teniendo en cuenta la cantidad de roca que hubo que movilizar con los medios de la época para conseguir vaciar tan grandes espacios. Pero, sobre todo, porque su interior estaba cubierto de pinturas riquísimas en colorido y temática. De nuevo todo lo divino y lo humano,-Escenas mitológicas, de batallas, de la vida de Buda y de la vida cotidiana en la corte-, reflejado con exquisito lujo de detalles. Cómo consiguieron realizarlas en la oscuridad tan sólo con la luz de las velas y aprovechando la escasa luz natural reflejada en espejos, asombra.

El abandono de siglos, tal vez al cambiar las rutas comerciales, preservó las pinturas hasta su descubrimiento. Después comenzó el deterioro. Casi lo de menos fue el pequeño graffiti de Smith con su nombre. La desafortunada capa de barniz aplicada sobre los pigmentos vegetales de la témpera sólo colaboró a descascarillar las pinturas.
Preservar y rescatar lo que queda, ennegrecido, de este patrimonio de la Humanidad va a ser difícil.

Disfruto, pues, mientras dura, con su visión, contemplando el maravilloso entorno natural arriba del mirador, -la cascada, los bosques que se extienden entre las montañas hasta donde alcanza la vista, el vuelo de las águilas…-, y remontando el río hasta un humilde pueblito. 
E intento impregnarme de esa paz y esa belleza, grabarla bien en mi memoria, para regresar, con ella, algún día…

Apenas digerida tanta grandiosidad, que parece insuperable, nos dirigimos al día siguiente a Ellora.

El entorno, con ser menos dramático que el cañón, no es menos hermoso. Esta vez son 34 cuevas robadas a la roca de una ladera a lo largo de 2 Km. de verdor cruzado por cascadas.
Además está la peculiaridad de que aquí convivieron budismo, hinduísmo y jainísmo, pues las cuevas-templo, dedicadas a las tres religiones, fueron excavadas entre el S VI y el S X d.C. casi simultáneamente, por lo que el conjunto es un testimonio de la decadencia, nacimiento y repunte, respectivamente, de estas tres religiones.
Y nunca fueron abandonadas, tal vez por estar mejor situadas en las rutas comerciales...

La "joya de la corona" es el templo de Kailasa. 200.000 toneladas de roca extraída de arriba a abajo y de fuera a adentro constituyendo un delirio lítico, reproducción figurada del monte Kailash, la morada de Shiva en los Himalayas. La obra más grande del mundo de este tipo, no superada en los 12 siglos que han seguido a su construcción.
Imposible aprehenderlo en foto ni describirlo. Sencillamente alucinante visto desde cualquier perspectiva.

La visita de todo el complejo, a pesar de la lluvia pertinaz, que llegó a anegar caminos y escalones y despertó a las ranitas y a pequeños cangrejillos, fue una delicia. Naturaleza e Historia juntas para ser respiradas intensamente...

De nuevo, como el día anterior, sentí cómo algo de esos lugares me iba llenando de una indefinible sensación de calma y alegría y me hacía tararear todo el rato melodías inventadas sugeridas por la magia del ambiente y cantos armónicos magnificados por la fantástica acústica de alguna de las cuevas.

Hasta el punto de que ya no sé, aunque quedan las fotos, si Ajanta y Ellora han sido un sueño vivido o una realidad soñada... Y está bien que así sea.

                                                                        Bibi-Qa-Maqbara
                                                                              Ajanta




                                                 Príncipe seduciendo con vino a su amada



                                                                            Ellora





                                                                                                                                                                                         
  

                                                                               Kailasa




jueves, 25 de agosto de 2011

INDIA DEL SUR. 22- KARNATAKA. Ocho días, cinco dinastías, cuatro religiones


Apuramos nuestra estancia en el estado de Karnataka, que hemos recorrido de sur a norte durante poco más de una semana, tiempo tan aprovechado que  parece casi una vida...

Ya hemos hablado bastante de historia, dinastías, arte y piedras.

En cuanto al paisaje físico...

El terreno se ha ido tornando más árido y mesetario, aunque el monzón, que aquí nos ha pillado de lleno -afortunadamente sin impedir nuestra dinámica viajera-, ha dejado la tierra bien empapada y verde.

Sigue habiendo grandes extensiones de campo cultivado con esmero, aunque con bastantes claros adehesados donde pastan rebaños de ovejas y cabras.
Los cultivos más tropicales del sur han ido dejando paso al cereal, sobre todo mijo, las lentejas (con las que elaboran ese delicioso plato, el Dhal), algún viñedo, mucho algodón y otros que mi ignorancia agrícola no reconoce.

Y en cuanto al paisaje humano:

Este es un estado más “indio” que Kerala (el “Caribe” indio junto con Goa), con una ruralidad más marcada, y en el que se aprecia un menor nivel de vida también en los servicios (las carreteras, por ejemplo, están peor cuidadas, aunque las tasas de paso son las más altas, a diferencia de Kerala, en que son gratuitas).

La gente es tal vez menos sonriente de entrada que en Kerala, algo más ruda, aunque la sonrisa acaba brotando y su amabilidad y hospitalidad son proverbiales.
Se ven más hombres con el traje tradicional que popularizó Gandhi: lungi (falda pareo larga) o dohti,  kurta (camisa larga), y gorrito.
Los niños se han hecho algo más insistentes a nuestro paso: “School pen, chocolate, photo”... El lenguaje universal de la infancia en los mundos menos favorecidos.
Y se han empezado a ver asentamientos gitanos al lado de las carreteras, precarias tiendas cubiertas con plásticos y algunas cabras alrededor. Sus mujeres van literalmente cubiertas de adornos y abalorios.

Otras diferencias que se van notando de sur a norte:

El número de musulmanes ha aumentado progresivamente hasta alcanzar su máximo exponente en la ciudad de Bijapur, en la frontera con el estado vecino. Sede hacia el 1500 de uno de los sultanatos turco-mogoles que llegaron en oleadas desde la meseta central del Decán, tiene algunos monumentos que visitamos, como las murallas de su ciudadela con su enorme cañón de 55 toneladas, el elegante mausoleo de Ibrahim Rouza, la mezquita Jama Masjid y el Gol Gumbaz, otro mausoleo de enorme cúpula (una de las más grandes del mundo no sustentadas) con una magnífica acústica en su “galería de los susurros” (más bien de los gritos, que es lo que hacen con insistencia los autóctonos para comprobar el efecto).

En las ciudades y pueblos  han ido desapareciendo los cuervos (introducidos, al parecer, por los ingleses para procesar los residuos) siendo sustituidos por piaras espontáneas de cerdos pequeñitos que corretean hozando por todas partes entre la suciedad, que aquí también es más abundante. Estos animales, al igual que las vacas, no tienen depredador. Y se nota.

Ah, la comida es más picante. Y también se nota... su efecto.

Y además... Hemos tenido la oportunidad de caminar por mercados locales que no tienen ningún hábito de ver ni tratar con occidentales y mezclarnos con su gente; de visitar pueblos como Badami y Aihole, asomarnos a sus casas e incluso entrar en ellas.

Todo esto me ha dejado un recuerdo muy gráfico del que resalto algunas imágenes...

Así que nos despedimos de este estado tras los papeleos de rigor entre un intenso tráfico de camiones profusamente decorados.

La última imagen que me llevo, ésta sólo en mi memoria, es la del muchacho que me lanzó un beso a nuestro paso con una enorme sonrisa.

Entramos en Maharashtra...














                                                            Manifestacion pro-Anna



                                                                    Mausoleo de Ibrahim Rouza
 
                                                      Gol Gumbaz















INDIA DEL SUR. 21- BADAMI Y LOS CHALUCKYAS. Hacia los orígenes del Hinduísmo.


Los drávidas fueron los pobladores aborígenes de India, los depositarios de sus tradiciones más ancestrales y puras, muy diferentes de las del norte. Ocuparon los actuales estados de Kerala, Karnataka, Tamil Nadu y Andra Pradesh y fueron desplazándose al sur tras las invasiones de los hunos (arios, persas...), hacia el 490. Ese fue el comienzo...

Al cabo de tres semanas parece que todo se va colocando y ya sabemos un poquito sobre el “Veronés”.

Nuestra guía me facilitó un pequeño resumen que me ha ayudado a situar histórica y artísticamente este lío de dinastías que componen la “biografía” de  India del Sur. Ahí va...

Desde el S.VII hasta 1565 (invasiones árabe-mogoles) se sucedieron en el sur de India diferentes dinastías cuyos reinados y territorios se solaparon.

Aunque no hay comparación posible en lo histórico ni en las fechas, al menos en lo artístico los estilos arquitectónicos de los templos vistos me han sugerido ciertas equivalencias con los nuestros. Me permito la licencia de reflejarlo aquí en el orden aproximado en que los hemos visitado...

-Pallava: 625-S.IX d.C. Mahavalipuram. Sería como nuestro prerománico y románico.
-Chola: 997-S.XIII d.C. Templos de Nataraja y Tanjore. Como un gótico florido?
-Pandyas: S. XII-S.XIV. Templo de Madurai. Mmm... Este abarcaría todo el gótico.
-Hoysala: S.X-S.XIV. Templos Belur, Halevid, Khesava. El barroco indio, sin duda.
-Viyajanagar: 1336-1565. Hampi. El equivalente a nuestro Renacimiento.

Pues bien, ahora añadimos una pieza fundamental. Para ello tenemos que retroceder en el tiempo hasta el S. VI, cuando el hinduismo hace su aparición absorbiendo conceptos del budismo e integrándolos con las raíces védicas.

La Chaluckya es una dinastía comprendida entre los S.VI-S.IX d.C. Sus exponentes históricos y religiosos están resumidos en los complejos de Aihole, Pattadakal y Badami. Serían el equivalente a nuestro prerománico-románico y gótico temprano...

Visitamos esas ruinas. A estas alturas estamos más que saturados de tanto templo, pero estos resultan curiosos por ser precursores de todo lo visto anteriormente, un “ensayo” para los futuros templos.
Son, por tanto, mucho más sencillos en planteamiento y decoración, más primitivos. Además están peor conservados, debido a su antiguedad y a que están hechos en piedra arenisca, mucho más erosionable.
Aparecen en ellos algunos elementos decorativos como la rueda y la esvástica (testimonio de la influencia aria), motivos geométricos... y torres en forma de mazorca de poca altura. Pero también figuras que ya insinúan la voluptuosidad y el movimiento del arte hinduísta posterior.

Todos esos templos están dedicados a Shiva, el creador-destructor en su simbología creadora más esquemática y primitiva, en forma de lingam, el falo cósmico que fecundaría a la materia primordial o Shakti dando lugar a la multiplicidad (algo parecido a lo del yang-yin y las diez mil cosas de los taoístas...).
Así que el símbolo fálico se encuentra por todas partes. Aunque sin las connotaciones sexuales que nosotros le atribuímos.

Pero todo esto, con ser interesante es algo muerto... Y yo me quedo con lo vivo, con la vida que hay alrededor de esos templos en ruinas: las de los habitantes de Badami y Aihole.

Y con los cientos de minúsculas ranitas, algunas como la uña de mi meñique, que salían a nuestro paso después de la lluvia en los templos. Cogerlas en la mano y observarlas me llevó de vuelta a mi infancia...

Templo de Durga. Aihole




                                                                             Pattadakam




                                            Tirka (piscina ceremonial). Templo de Mahakuta

                                                                      Árbol sagrado

                                                                       Kaala (el tiempo)

                                                                        Cueva-templo. Badami
                                                      Badami