viernes, 23 de septiembre de 2011

LOS IMRAGUEN. Recolectores de vida (Banc d´Arguin)

Completé el viaje a Mauritania con una extensión al parque nacional 'Banc d'Arguin', -una franja costera, a medio camino entre Nouatchok y Nuadibú, declarada patrimonio mundial de la UNESCO en 1989, en la que el desierto se da de bruces con el Océano Atlántico-, atraída por el aliciente de su riqueza ornitológica.
Fue al consultar la ficha del viaje cuando supe de la existencia de los Imraguen o Amrig, un pueblo de pescadores que viven en unas cuantas aldeas dentro del parque, y que constituyeron lo más singular de la visita...
El lugar a primera vista no resulta muy atractivo. El desierto va transformando sus dunas en una llanura costera semipantanosa salpicada por quince islas en la que las aldeas son apenas unos grupos de barracones sin prácticamente infraestructura para el visitante, que sólo puede acceder previo permiso de las autoridades del parque: ni hoteles, ni restaurantes, ni luz eléctrica... sólo unas jaimas con esterillas de caña cubriendo la arena y colchonetas sobre las que tender los sacos; y unos aseos-letrina a buena distancia de ellas. Un "infierno" para el turista...
Sin embargo, ahí radica su encanto: en su aislamiento, su anacronismo y la escasez de visitantes que enturbien la paz del lugar.
Y a poco que uno mira percibe que se trata de un espacio privilegiado, lleno de vida... Desde las formas más sutiles de los moluscos y crustáceos que pueblan sus aguas bajas o marshy, -la plataforma continental mauritana tiene aquí un declive muy suave que alcanza apenas los cinco metros de profundidad, resíduo del vasto estuario que fue esta zona en eras húmedas-, hasta multitud de peces del banco canario-sahariano, tortugas (verde, boba, carey y laúd), cinco especies de delfines, orca, rorcual, foca monje... que se alimentan de ellos y entre sí.
Por no hablar de las aves... Unas 108 especies, casi tres millones de individuos, pasan por esta importante ruta migratoria, de invernada y cría: espátulas, flamencos, pelícanos, cormoranes, golondrinas, garzas, chorlitos, correlimos y otras muchas limícolas... Y de los animales terrestres: gacelas, chacal, feneco, zorro de la arenas, gato salvaje, hiena...
La vegetación no es exuberante ni vistosa, pero sí interesante por la adaptación al medio.
Y la gente, de una ruda sencillez y muy hospitalaria.
En resumen: un paraíso natural que apenas tuvimos tiempo de disfrutar.
Pero vamos con los Imraguen...
Imraguen significa, literalmente, "los que recolectan vida". Y eso es lo que hace, desde decenas de miles de años atrás, este pueblo mestizo mezcla de árabe, bereber y negroide de los que en la actualidad quedan unos 1000 individuos: Cosechar las poblaciones migratorias de pescado, básicamente mújol o lisa, usando barcos a vela y técnicas de pesca tradicionales apenas mejoradas tras el contacto con los portugueses en el S XV. Estas técnicas incluyen una colaboración simbiótica única con los delfines salvajes.

Buscando bibliografía sobre los imraguen me encuentro este curioso trabajo de Francisco García-Talavera: "Pesquerías Canarias en la costa del Sáhara". Cito, casi textualmente, la referencia que hace a ellos, pues recoge una magistral descripcón de los mismos y su actividad:

"En cuanto a la técnica inmemorial de los Imraguen, se encuentra su primera descripción en la relación de Valentím Fernándes (1506-1507), bajo el título "Descripción de la Costa de Africa de Ceuta al Senegal":
"Las redes con las cuales pescan los azanegues "schirmeyros" son de hilo hecho con raíces y corteza de árboles. Alcanzan una braza de ancho por cinco de largo. Ellos las enrollan sobre un grueso palo con dos puntas y del tamaño de un bordón. Los flotadores de esta red son de trozos de madera de "Figueyra do inferno" (que es la tabaiba dulce, Euphorbia balsamifera) que ellos llaman "afernan". La planta de la que hacen las redes es una Asclepiadácea (Leptadenia spartum) conocida por ellos como "titarek". La plomada de la red se compone de bolas de arcilla cocida, secadas en ceniza caliente, y perforadas."
"Para pescar, van de dos en dos, cada uno llevando su red enrollada en su palo. Queriendo pescar, juntan el uno al otro sus redes y, desde que ellos han apercibido los peces, avanzan cada uno de su lado, dejando poco a poco caer la red de los palos entre ellos, hasta el momento en que alcanzan la orilla y se juntan. Todo esto sucede en agua poco profunda, que no les llega sino hasta las rodillas, y en el momento de más calor del día, puesto que los peces están como atontados por el calor del agua. Ellos llevan en la mano derecha su arpón para arponear los peces que quieren franquear la red saltando al aire. Es así como ellos practican la pesca."
Continúa diciendo: "... son tan pobres y tan miserables que no tienen ni pan, ni aceite, ni madera para quemar, ni sal, ni nada. Para preparar su comida, reúnen algas y les prenden fuego, poniendo el pescado que capturan en la parte inferior de este fuego, lo asan y se lo comen así, sin añadirle ningún otro ingrediente. Es la misma manera con que se comen las tortugas..."
"...están tan oprimidos por los alarbes que (cuando llegan a sus campamentos a exigirles tributo) se comen todo lo que encuentran y se acuestan con sus mujeres y sus hijas en sus propios hogares."
Este relato sobre la manera de pescar de los azanegues en Arguin, se diferencia muy poco de lo que sucede en la actualidad con los imraguen, cuando llega la época de la pesca (de octubre a marzo) de la gran lisa amarilla (80-100 cm), que acude allí por millares durante su migración al Sur. Esta especie es muy valorada por los maures tanto por su carne (tichtar) como por sus huevas (que exportan como poutargue), las cuales secan al sol a la manera de las jareas canarias. De las cabezas extraen un aceite muy apreciado, que utilizan para todo.
La única diferencia estriba en los materiales utilizados ahora en las redes de pesca: las fibras vegetales de la malla (titarek), los flotadores de tabaiba (afernan) y los pesos de arcilla cocida, están siendo sustituidos paulatinamente por materiales sintéticos modernos. Pero hay otra novedad interesante que, aunque V. Fernándes no la incluyera en su relato, no podemos descartar que existiera en aquella época, incluso mucho antes. Se trata de un extraordinario hecho de colaboración entre animales y el hombre con el fin de obtener un beneficio mutuo: la comida. Los delfines acuden a la orilla cercando los bancos de lisas, respondiendo también a la llamada de los imraguen cuando golpean el mar con sus gruesos palos. Es este un claro ejemplo de simbiosis entre el hombre y el animal, digno de un profundo estudio etológico. Aunque muchos autores piensan que se trata de una asociación puntual, más que de una verdadera cooperación.
Volviendo al fantástico escenario, los Imraguen con sus redes desplegadas y con el agua por las rodillas, forman una barrera y van encerrando al pescado en varios círculos de redes y, mientras, los delfines por el otro lado comiendo todo lo que pueden. El espectáculo es impresionante, centenares de enormes lisas tratando de escapar, saltando sobre las redes en todos los sentidos... Después de la euforia viene la calma, las redes están llenas. Los pescadores, contentos con su captura la llevan a la playa para que las mujeres y los niños comiencen su trabajo... Una vez descabezado el pescado, se abre, se le cortan las aletas, se lava y se pone a secar al aire, sin sal. Ya tienen sustento hasta la próxima temporada".

No vimos a los Imraguen pescar. Sin embargo, la mañana que pasamos recorriendo la zona en una de sus barcas fue una delicia.

Aún puedo recordar... y, si cierro los ojos, vienen nítidas las imágenes y las sensaciones:

La brisa en la cara trayéndome el sabor del mar; la emoción de ver a los delfines, curiosos, saltar siguiendo a la barca; la impresión de ver a esos hombres curtidos, endurecidos como el ébano por esa dura vida; el sencillísimo pero exquisito guiso de pescado que nos prepararon, sobre la marcha, durante la travesía; el calorcito del sol y su reflejo irisado en el agua al parar frente a un islote cargado de aves que no daba abasto a observar con los prismáticos; el placer de cerrar los ojos y, sin más, dejarme mecer por el sonido del mar y su movimiento...

Por la noche, un cielo de luna nueva cuajado de estrellas como no recuerdo haberlas visto en ningún otro lugar, casi ni en Atacama... Extendíamos unas esterillas sobre la arena, nos tumbábamos bien abrigados sobre ellas con ese manto estelar cubriéndonos y repasábamos los evocadores nombres de las constelaciones mientras éstas iban desplazándose sutilmente en el firmamento.

Y al amanecer, como recompensa al madrugón, la Cruz del Sur en la raya del horizonte y una estrella fugaz cruzando entre el finísimo arco de la Luna y Venus como una última visión antes de que la luz desdibujase el espejismo y nos trajese un nuevo día, el de la marcha.

Si es que uno llega a marcharse de un lugar así... En fin... 

M.G.
Mauritania. Diciembre 2007- Enero 2008


































elguanche.net/pesqueriascanariasfgt.htm - 61k

www.oilwatch.org/2005/documentos/ap_mauritania_esp.pdf

jueves, 22 de septiembre de 2011

EL BOOMERANG SIEMPRE VUELVE...

Hace dos días una amiga me pasaba la referencia de un interesante artículo en un periódico de gran tirada titulado "El placer de lo sencillo". Se lo enviaba, a su vez, un amigo proponiéndole un juego: Que subrayara los párrafos que le resultaran más significativos para ver luego si coincidían con lo subrayado por él.
Me he permitido entrar en el juego... y básicamente hemos coincidido.

Pongo más abajo esos párrafos entrecomillados, que he reordenado un poco, y el link con el artículo completo junto con la referencia literaria y musical que éste propone.

Y unas pequeñas reflexiones a las que me ha movido...

Aprender a simplificarse... Desprenderse de lo superfluo, incluidas concepciones obsoletas e inservibles sobre el mundo, las relaciones y uno mismo; de condicionantes que nos encorsetan y limitan nuestra capacidad de relación y la expresión de nuestro potencial... Trascender apegos y dependencias materiales y emocionales, y ser capaz de tejer una red de relaciones que nos unan sin atarnos... sin dominaciones ni sometimientos. Comprender que la verdadera Libertad no está reñida con el compromiso, sino que se sustenta en él, y que el mayor compromiso es el que tenemos con la Vida y que conlleva la responsabilidad sobre ésta, sobre nuestros actos y sus posibles consecuencias pues todo lo que hacemos y pensamos repercute sobre lo que nos rodea, sean cosas o personas... Y, por tanto, no actuar hacia los demás como no nos gustaría que actuaran hacia nosotros... Comprender de verdad el significado del concepto Empatía... Dar el paso de la tolerancia, con el sentimiento de superioridad que encierra, a la aceptación verdadera, sentimiento horizontal que nos iguala asumiendo que uno también es susceptible de fallar, que también tiene sus luces y sus sombras... y sin culpas, castigos ni penitencias, pero sí con auténtica voluntad de mejorar, emprender el día a día... Atreverse a dar sin pedir ni esperar compensación a cambio, sólo por el placer de dar y compartir... con una sonrisa, de corazón. Y hacerlo desde el respeto a las propias necesidades y las del otro. Comprender la generosidad que encierra no sólo el dar de esa manera, sino el dejar que el otro te de sin parapetarte en arrogantes autosuficiencias... Trabajar para construir un mundo basado no en los precios, sino en los valores; no en lo que nos separa, sino en lo que nos une; no en la desconfianza y el descreimiento, sino en la confianza en que un mundo mejor es posible y que ésa es una tarea que nos compete a cada uno minuto a minuto, acto a acto por pequeño que sea o parezca... Pasar del tener al ser, de buscar afuera a buscar dentro...

Es ilusorio? Es utópico? Es imposible?

No. Es una Elección, una necesidad si queremos mantener el rumbo hacia la coherencia interna. Es atreverse a dar el salto al vacío del Miedo al Amor. Es emprender el camino de vuelta a casa, a la esencia de nuestro Ser auténtico. Eso sí que es un Viaje... que dura toda una vida. 


"Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan" (Emile Henri Gauvreay).


"El dinero puede proporcionarnos un estilo de vida muy cómodo y placentero, así como una falsa sensación de seguridad. Pero no puede comprar nuestra felicidad. Porque nuestro bienestar emocional no depende de lo que hacemos ni de lo que tenemos, sino de quiénes somos y de cómo nos sentimos."
"…Pero hay corrientes sociales que anteponen la felicidad al dinero. Destacan el decrecimiento, la simplicidad voluntaria, el movimiento slow -"lento" en inglés- y el downshifting -"reducir la marcha"-. Tendencias que promueven disminuir el nivel cuantitativo de nuestra vida y aumentar el cualitativo."

"Cada vez más seres humanos apuestan por llevar una existencia más tranquila, simple y sencilla. Porque... ¿de qué nos sirve lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo?..."

"La necesidad de experimentar una "riqueza emocional" abundante y sostenible es la base del nuevo paradigma emergente, uno de cuyos pilares es "la filosofía del posmaterialismo". Y esta parte de la premisa de que la realidad la componen lo material, tangible y cuantitativo, y lo inmaterial, que solo podemos sentir por medio de nuestro corazón. Se trata de intregrar ambos, construyendo un estilo de vida equilibrado entre lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos."

"Anteponer la felicidad al dinero, la generosidad a la codicia, lo inmaterial frente a lo material, nos ayudará a disfrutar de una vida verdaderamente sincera, abundante y plena."

"La auténtica felicidad reside en nuestro interior. Cuando comprendemos e interiorizamos esta verdad, dejamos de querer que la realidad se adapte a nuestras ambiciones, necesidades y sueños. En consecuencia, desaparece la lucha, el conflicto y el sufrimiento."

"No hay mayor felicidad que ser cómplice de la felicidad de los demás" (Carmina Martorell).


"El egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés traen una sensación de vacío, sinsentido, escasez e infelicidad, mientras que el altruismo, la generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, sentido, abundancia y felicidad... lo que hace perdurar el bienestar emocional no es lo que conseguimos ni poseemos, sino lo que ofrecemos y entregamos a los demás."

"...a nivel emocional "recibimos lo que damos".

Pues eso, que el boomerang siempre vuelve...

http://www.elpais.com/articulo/portada/placer/sencillo/elpepusoceps/20110918elpepspor_7/Tes

www.librerovirtual003.unlugar.com/DEMELO.pdf



        TODO SE TRANSFORMA

miércoles, 14 de septiembre de 2011

INDIA DEL SUR. 26 (Y último?)- REFERENCIAS


La India no ha sido nunca un país fácil de comprender. Quizás sea demasiado profunda, contradictoria y diversa, y poca gente en el mundo contemporáneo tiene el tiempo o la predisposición para ver más allá de lo obvio.
Indira Gandhi

Para intentar paliar esto...
Hay mucha bibliografía para consultar sobre India del Sur. Éstas son sólo algunas referencias, las que yo he manejado durante el viaje. Las dejo aquí por si a alguien le interesa profundizar un poco más y seguir viajando. Si es así... Que las disfrutéis!

-"La India por dentro. Una guía cultural para el viajero".
Álvaro Enterría
Terra incógnita 2006 José J. de Olañeta editor & Índica books

-"India del Sur". Revista Altaïr.
Nº 14. Segunda época. Noviembre-Diciembre 2001

-"Sur de la India". Lonely planet.
Geoplaneta. Ed. en español. Marzo 2010

Y "unas cuantas fotos" más, cortesía de mi amigo Tino Serra:

-Album de fotografías de India Sur de Tino Serra en Picasa:


martes, 13 de septiembre de 2011

INDIA DEL SUR. 25- EPÍLOGO

Hace ya dos semanas que un avión me depositó, de regreso del otro lado del mundo, en Barajas; dos semanas de retomar un gesto tan habitual como abrir la puerta de casa y reconocer los perfiles de los objetos cotidianos sintiéndolos familiares pero ajenos, incluso sobrantes, a la vez; de revisar la correspondencia acumulada con extrañeza, como si no fuera conmigo esa vaina de bancos y facturas, aunque sea mi nombre el destinatario; de deshacer el equipaje y preguntarme si podré aligerar un poco más el próximo; de despertarme de madrugada con el desconcierto inicial de no saber dónde estoy hasta que la mente reacciona...
Dos semanas recuperando el contacto con la vida real: padres, trabajo, amigos... volviendo a la rutina, pero también a las ilusiones, proyectos y decisiones que quedaron en suspenso, aplazados a la vuelta del viaje.

No sé, es posible que haya viajes que te cambian la vida. Sé por referencias de alguno de ellos. No considero, en cambio,  que los que yo hago sean de ese tipo. Son viajes organizados, aventura controlada, breves inmersiones guiadas en otras realidades, en otros mundos que están dentro de éste... Sin embargo algo se mueve con ellos. 
Mi sensación a la vuelta es que ha habido un "desdoblamiento", una escisión interior y que esas dos capas tienen que volver a acoplarse al regreso -y lo van haciendo, con mayor o menor rapidez dependiendo de la intensidad del viaje-, para poder seguir en lo cotidiano. Mientras tanto el viaje continúa, cocinándose a fuego lento, por debajo del día a día recuperado, de forma más o menos inconsciente.
Y, a veces, si ha sido lo suficientemente intenso y uno lo suficientemente permeable, suceden pequeños cambios de rumbo, como si a uno no le quedara más remedio que apuntar un poco en otra dirección el astrolabio, como si cambiara el pulso con el que se agarra el timón en ese otro viaje, el que hacemos todo los días: nuestro particular, personal e intransferible viaje a Ítaca.

Pero para eso uno ha de estar dispuesto a ir un poco más allá de la superficie, de la foto típica, del souvenir... y elegir dar las "luces largas", atreverse, a veces empeñarse, a buscar respuesta a las preguntas que van surgiendo... en el viaje y también en el día a día. Creo que eso es lo que marca la diferencia entre el turista y el viajero... Pero también puedo estar equivocada.

Termino las crónicas de este intenso y vibrante viaje a India del Sur reiterando los agradecimientos iniciales y añadiendo otros:

A nuestra guía, Henar, que supo transmitirnos su entusiasmo y amor por todos los aspectos de este fascinante país y su cultura. Y que intentó facilitarnos nuestro disfrute más allá de lo que cabría esperar en un guía. Su sonrisa queda en mi recuerdo, y en mi corazón, como una de las más luminosas de India.

A nuestro conductor y ayudante, que nos condujeron por más de 3.000 km de vivas y nada fáciles carreteras e hicieron, sin hacerse notar, que el bus, nuestra segunda casa, fuera lo más confortable posible.

A mis compañeros de viaje, la pequeña familia adoptiva en la que durante un mes hemos compartido la ilusión por viajar, y tantas experiencias que quedan para el recuerdo con una sonrisa. Por lo que he aprendido con ellos y a través de ellos.

A mi amigo Tino por su generosidad y ayuda técnica dejándome a Ganesh, su pequeño laptop sin el cual no habría sido posible narrar estas crónicas en tiempo real. Y por estar ahí desde ese otro viaje, hace siete años, a India del Norte-Nepal. Ha sido un placer cerrar este círculo contigo.

A ese país caleidoscópico, fascinante y hermoso, aún en sus miserias y contradicciones, que me ha enseñado a sonreir más y, sobre todo, a poner más corazón en mis sonrisas: India.

Y a todas las personas, Auténticas, que lo habitan.

India Sur, Agosto-Madrid, Septiembre 2011


                                                                   Grupo India del Sur Agosto 2011




domingo, 11 de septiembre de 2011

INDIA DEL SUR. 24- MUMBAI (Bombay). El Sincretismo


Es difícil hablar de una ciudad que no es una ciudad, sino un conglomerado de ciudades que se contienen las unas a las otras; una megalópolis que desborda una extensión de 440 Km cuadrados: Mumbai.

Es difícil imaginar que hasta el S XVII, antes de que llegaran los portugueses y, tras ellos, los ávidos ingleses con su Compañía de las Indias Orientales, antes de que se cambiara su nombre original, tributo a la diosa Mumba, por Bombay, esto eran siete tranquilas islas habitadas por pescadores...
La visión comercial del europeo, que supo apreciar sus enormes posibilidades como puerto natural, comenzó la titánica obra de ganar terreno al mar hasta dar lugar a lo que ahora es esta isla conectada con el continente por puentes: La capital financiera y cultural de India y una de las mayores urbes del planeta.

Las cifras marean: Estamos hablando de la ciudad más grande y poblada de India con 16 millones de habitantes (hasta 21 calculados sumando los suburbios según otras fuentes), y la tercera más grande del mundo; una de las de mayor densidad de población mundial con 29.000 habitantes por Km cuadrado, hasta 400.000 en algunos barrios (Podemos imaginar siquiera ese hormiguero?); el motor económico (responsable del 40% de su PIB, el mayor de todo el suroeste asiático), y comercial (por su puerto, uno de los mayores del mundo, pasa el 50% de su actividad) de este fascinante país...

En ella se aglutina y resume toda la historia revisada en nuestro viaje, se hablan unas 200 lenguas y se practican todas las religiones, hasta las minoritarias como la parsi, que aún mantiene la práctica de colocar a sus difuntos en lo alto de unas plataformas, las Torres del Silencio, para que lo buitres descarnen los cadáveres... 

Tomamos el tren nocturno Aurangabad-Mumbai. Cubrir los 350 Km. que separan ambas ciudades nos llevará algo más de siete horas.
Cuando despierto hace más de una hora que atravesamos sus suburbios y aún me da tiempo a recoger mis cosas y bajar de la litera en la que he dormido sorprendentemente bien.
En la estación, de nuevo, el calor sofocante, la humedad y un cielo plomizo amenazante de monzón. Y los cuervos. Hacía mucho que no los veía en una ciudad, desde que entramos en la India más musulmana, ya casi los echaba de menos. No imaginaba cuando llegué a este país que acabarían cayéndome simpáticos...

Nos alojamos en el animado distrito de Colaba, en el extremo más meridional de Mumbai. Me falta tiempo para salir pitando del hotel a cumplir una de mis pasiones: Descubrir una ciudad perdiéndome en sus calles sin más que un mapa en el bolsillo y mi entusiasmo por conocer, esta vez desprovista de la ansiedad por verlo todo, absurdo empeño cuando disponemos de apenas 48 horas en éste nuestro "fin de fiesta".

En seguida desemboco en el paseo marítimo y la veo: La Puerta de India, ese arco del triunfo abierto al Mar Arábigo erigido en conmemoración a la visita de Jorge V y que, paradójicamente, vería desfilar al último regimiento británico de vuelta al ya, irremediablemente, mermado imperio.
En una esquina un monumento rinde homenaje a Vivekananda, que partió de aquí para impregnar al mundo de otra espiritualidad. Y enfrente, el Taj Mahal Palace hace realidad el lujo asiático en forma de hotel. Unas tanquetas custodian su entrada, igual que la de otros edificios emblemáticos, recordando la convulsa realidad religiosa que subyace explotando periódicamente en forma de atentados. 

Me dejo llevar por espaciosas avenidas entre monumentales edificios coloniales neogóticos con toques art déco (galerías de arte, museos, cines, bibliotecas...) en la zona de Kala Ghoda hasta el distrito de Fort. Viendo el Tribunal Supremo y la Universidad diría que estoy delante de una abadía o de una catedral. Es alucinante...

Pero mi capacidad de asombro se desborda en la estación de tren de Chhatrapati Shivaji (Estación Victoria), patrimonio de la Humanidad e interesante legado del colonialismo británico. Impresionan tanto su arquitectura exterior como su hervidero interior. Dicen que a diario pasan por ella dos millones y medio de personas...

Todo ese exceso, unido al calor y a la exhaustiva pateada me llevan de vuelta al hotel tras reponer fuerzas en un restaurante local (con cerveza) en el que, como otras veces, soy la única cliente femenina.
Constato por el camino que, al fin, parece que he aprendido a cruzar las calles "a la india" sin importarme el tráfico. De todos modos, por si las dudas, hay una forma muy sencilla de hacerlo: pegarse a un local y cruzar con él...

Por la tarde reanudamos las exploraciones. Nos dirigimos a Malabar Hill, el barrio pijo. Curiosamente, insertado en esa zona residencial y a tiro de piedra de los jardines colgantes, donde la gente adinerada ataviada con ropa deportiva va a pasear su sobrepeso (resulta chocante ver alguna mujer con sari y zapatillas), hay un pequeño reducto, un oasis donde el tiempo está detenido, alrededor del estanque de Banganga. Con sus casitas minúsculas, sus pequeños templos, tienditas y albergues para peregrinos es un remanso de paz.
Otro de esos lugares mágicos es Kotachiwadi. Cerca de la iglesia de Santa Teresa, encantadoras casas de madera encajonadas entre edificios nos transportan a la antigua vida de esta ciudad.

Y, ya de vuelta, tras visitar un templo jainista para redondear así la larga lista del viaje, paramos en Marina Drive y nos asomamos a la playa de Chowpatty, donde la gente va a pasar el rato, merendar, ver atardecer... y puede que los más osados a darse un baño en sus contaminadas aguas. La nocturnidad nos ahorra ese detalle y nos permite contemplar el skyline y el "collar de la reina" como llaman a las luces que bordean la línea de costa.

Del día siguiente poco se puede decir salvo que el monzón fue el protagonista. A duras penas conseguimos llegar a los Dhobi Ghat, el barrio de los lavanderos al pie de las vías del tren, ese día sin actividad, no sabemos si por la lluvia o por las reivindicaciones que les hacían manifestarse.

La visita a las torres del silencio y los mercados de Crawford y el Chor bazar quedarán para otra ocasión. La única opción viable con el diluvio fue refugiarse en el museo Príncipe de Gales, de impresionante arquitectura indo-mogol-colonial y dar un repaso del viaje en la arqueología, grabados, marfiles y otros objetos que expone, incluida la sección de ciencias naturales con sus animales disecados. La exhibición de objetos tibetanos (fascinante el pectoral de huesos humanos para exorcismo del primitivo y chamánico budismo Bön) me hizo retornar al viaje de hace dos años...
 Y poco más ya que hacer alguna compra de camino al hotel para gastar las últimas rupias, armar el equipaje y una cena de despedida pasada por agua.

A través de las ventanas empañadas del bus la ciudad nos despide, irreal y oscura, camino del aeropuerto. El avión nos devolverá a la realidad cotidiana.

Al día siguiente, ya en casa, leo a nuestra guía que pocas horas más tarde el monzón obligó a cerrar el aeropuerto. Nos salvamos por poco...
Tal vez todas las pujas realizadas a Shiva y Vishnú durante el mes tuvieron algo que ver? Quién sabe...

 
                                       

                                                                          Puerta de India

                                                                                 Fuente de Flora
                                                                          Estación Victoria 1
                                                                                Estación Victoria 2
                                                                      Sinagoga Keneseth Eliyahoo

                                                            Estanque de Banganga


                                                           Chiringuito. Playa de Chowpatty
                                                                         Árbol sagrado
                                                                El monzón. Charco "navegable"
                                                                            Dhobi Ghat

                 Manifestación