domingo, 11 de septiembre de 2011

INDIA DEL SUR. 24- MUMBAI (Bombay). El Sincretismo


Es difícil hablar de una ciudad que no es una ciudad, sino un conglomerado de ciudades que se contienen las unas a las otras; una megalópolis que desborda una extensión de 440 Km cuadrados: Mumbai.

Es difícil imaginar que hasta el S XVII, antes de que llegaran los portugueses y, tras ellos, los ávidos ingleses con su Compañía de las Indias Orientales, antes de que se cambiara su nombre original, tributo a la diosa Mumba, por Bombay, esto eran siete tranquilas islas habitadas por pescadores...
La visión comercial del europeo, que supo apreciar sus enormes posibilidades como puerto natural, comenzó la titánica obra de ganar terreno al mar hasta dar lugar a lo que ahora es esta isla conectada con el continente por puentes: La capital financiera y cultural de India y una de las mayores urbes del planeta.

Las cifras marean: Estamos hablando de la ciudad más grande y poblada de India con 16 millones de habitantes (hasta 21 calculados sumando los suburbios según otras fuentes), y la tercera más grande del mundo; una de las de mayor densidad de población mundial con 29.000 habitantes por Km cuadrado, hasta 400.000 en algunos barrios (Podemos imaginar siquiera ese hormiguero?); el motor económico (responsable del 40% de su PIB, el mayor de todo el suroeste asiático), y comercial (por su puerto, uno de los mayores del mundo, pasa el 50% de su actividad) de este fascinante país...

En ella se aglutina y resume toda la historia revisada en nuestro viaje, se hablan unas 200 lenguas y se practican todas las religiones, hasta las minoritarias como la parsi, que aún mantiene la práctica de colocar a sus difuntos en lo alto de unas plataformas, las Torres del Silencio, para que lo buitres descarnen los cadáveres... 

Tomamos el tren nocturno Aurangabad-Mumbai. Cubrir los 350 Km. que separan ambas ciudades nos llevará algo más de siete horas.
Cuando despierto hace más de una hora que atravesamos sus suburbios y aún me da tiempo a recoger mis cosas y bajar de la litera en la que he dormido sorprendentemente bien.
En la estación, de nuevo, el calor sofocante, la humedad y un cielo plomizo amenazante de monzón. Y los cuervos. Hacía mucho que no los veía en una ciudad, desde que entramos en la India más musulmana, ya casi los echaba de menos. No imaginaba cuando llegué a este país que acabarían cayéndome simpáticos...

Nos alojamos en el animado distrito de Colaba, en el extremo más meridional de Mumbai. Me falta tiempo para salir pitando del hotel a cumplir una de mis pasiones: Descubrir una ciudad perdiéndome en sus calles sin más que un mapa en el bolsillo y mi entusiasmo por conocer, esta vez desprovista de la ansiedad por verlo todo, absurdo empeño cuando disponemos de apenas 48 horas en éste nuestro "fin de fiesta".

En seguida desemboco en el paseo marítimo y la veo: La Puerta de India, ese arco del triunfo abierto al Mar Arábigo erigido en conmemoración a la visita de Jorge V y que, paradójicamente, vería desfilar al último regimiento británico de vuelta al ya, irremediablemente, mermado imperio.
En una esquina un monumento rinde homenaje a Vivekananda, que partió de aquí para impregnar al mundo de otra espiritualidad. Y enfrente, el Taj Mahal Palace hace realidad el lujo asiático en forma de hotel. Unas tanquetas custodian su entrada, igual que la de otros edificios emblemáticos, recordando la convulsa realidad religiosa que subyace explotando periódicamente en forma de atentados. 

Me dejo llevar por espaciosas avenidas entre monumentales edificios coloniales neogóticos con toques art déco (galerías de arte, museos, cines, bibliotecas...) en la zona de Kala Ghoda hasta el distrito de Fort. Viendo el Tribunal Supremo y la Universidad diría que estoy delante de una abadía o de una catedral. Es alucinante...

Pero mi capacidad de asombro se desborda en la estación de tren de Chhatrapati Shivaji (Estación Victoria), patrimonio de la Humanidad e interesante legado del colonialismo británico. Impresionan tanto su arquitectura exterior como su hervidero interior. Dicen que a diario pasan por ella dos millones y medio de personas...

Todo ese exceso, unido al calor y a la exhaustiva pateada me llevan de vuelta al hotel tras reponer fuerzas en un restaurante local (con cerveza) en el que, como otras veces, soy la única cliente femenina.
Constato por el camino que, al fin, parece que he aprendido a cruzar las calles "a la india" sin importarme el tráfico. De todos modos, por si las dudas, hay una forma muy sencilla de hacerlo: pegarse a un local y cruzar con él...

Por la tarde reanudamos las exploraciones. Nos dirigimos a Malabar Hill, el barrio pijo. Curiosamente, insertado en esa zona residencial y a tiro de piedra de los jardines colgantes, donde la gente adinerada ataviada con ropa deportiva va a pasear su sobrepeso (resulta chocante ver alguna mujer con sari y zapatillas), hay un pequeño reducto, un oasis donde el tiempo está detenido, alrededor del estanque de Banganga. Con sus casitas minúsculas, sus pequeños templos, tienditas y albergues para peregrinos es un remanso de paz.
Otro de esos lugares mágicos es Kotachiwadi. Cerca de la iglesia de Santa Teresa, encantadoras casas de madera encajonadas entre edificios nos transportan a la antigua vida de esta ciudad.

Y, ya de vuelta, tras visitar un templo jainista para redondear así la larga lista del viaje, paramos en Marina Drive y nos asomamos a la playa de Chowpatty, donde la gente va a pasar el rato, merendar, ver atardecer... y puede que los más osados a darse un baño en sus contaminadas aguas. La nocturnidad nos ahorra ese detalle y nos permite contemplar el skyline y el "collar de la reina" como llaman a las luces que bordean la línea de costa.

Del día siguiente poco se puede decir salvo que el monzón fue el protagonista. A duras penas conseguimos llegar a los Dhobi Ghat, el barrio de los lavanderos al pie de las vías del tren, ese día sin actividad, no sabemos si por la lluvia o por las reivindicaciones que les hacían manifestarse.

La visita a las torres del silencio y los mercados de Crawford y el Chor bazar quedarán para otra ocasión. La única opción viable con el diluvio fue refugiarse en el museo Príncipe de Gales, de impresionante arquitectura indo-mogol-colonial y dar un repaso del viaje en la arqueología, grabados, marfiles y otros objetos que expone, incluida la sección de ciencias naturales con sus animales disecados. La exhibición de objetos tibetanos (fascinante el pectoral de huesos humanos para exorcismo del primitivo y chamánico budismo Bön) me hizo retornar al viaje de hace dos años...
 Y poco más ya que hacer alguna compra de camino al hotel para gastar las últimas rupias, armar el equipaje y una cena de despedida pasada por agua.

A través de las ventanas empañadas del bus la ciudad nos despide, irreal y oscura, camino del aeropuerto. El avión nos devolverá a la realidad cotidiana.

Al día siguiente, ya en casa, leo a nuestra guía que pocas horas más tarde el monzón obligó a cerrar el aeropuerto. Nos salvamos por poco...
Tal vez todas las pujas realizadas a Shiva y Vishnú durante el mes tuvieron algo que ver? Quién sabe...

 
                                       

                                                                          Puerta de India

                                                                                 Fuente de Flora
                                                                          Estación Victoria 1
                                                                                Estación Victoria 2
                                                                      Sinagoga Keneseth Eliyahoo

                                                            Estanque de Banganga


                                                           Chiringuito. Playa de Chowpatty
                                                                         Árbol sagrado
                                                                El monzón. Charco "navegable"
                                                                            Dhobi Ghat

                 Manifestación