martes, 19 de julio de 2011

MILONGA...

LOS HADZABE ( Tanzania ). La Edad de Piedra

Uno de los atractivos del viaje a Tanzania, amén de la posibilidad de contemplar animales en estado salvaje y un puñado de amaneceres-atardeceres, mi debilidad, era visitar la tribu de los Hadzabe.
El guía recibió mi curiosidad con perplejidad. No entendía cómo podía estar tan interesada por esa panda de desharrapados excéntricos…
Había leído que los Hadzabe, una de las tribus de cazadores-recolectores más primitivas del mundo, pertenecientes al grupo étnico khoisán, el linaje humano con el ADN más antiguo, sobrevive al sur del cráter del Ngorongoro, cerca de la garganta de Olduvai -lugar clave para entender la evolución del ser humano-, en las inmediaciones  del lago salado Eyasi, en una zona demasiado caliente y seca como para ser aprovechada por enclaves más civilizados. Llevan 10.000 años habitando la región anclados en el paleolítico, manteniéndose como nómadas con  la recolección de raíces, tubérculos, bayas, larvas, huevos, miel… y con la escasa caza que va quedando en su cada vez más menguado territorio. No hay censo, pero se estima que quedan algo más de 1.000 individuos.
También leí que en la sociedad Hadzabe no existe la propiedad particular. A excepción del arco y un número limitado de flechas, del que cada cazador se hace responsable, los pocos enseres que posee el grupo son de toda la comunidad.
Pero esto viene en cualquier link de internet…
Durante el viaje me fui enterando por Juno, otra guía bastante más entusiasta de la etnografía, de más datos, anécdotas y de la referencia bibliográfica que paso más abajo.
Entre otras cosas supe que dan un gran valor a sus sueños, muchas veces premonitorios, como fuente de información y de “comunicación” entre individuos de diferentes familias; que tienen una insólita, para nosotros, e intensa presencia en el presente ( Me contó que una turista sacó una foto polaroid a uno de ellos y se la dió. Él la miró un instante y la tiró al suelo. Sólo era un trozo de papel muerto, inservible e incomestible…); y que aprovechan al máximo los recursos naturales: Una vez un grupo de cazadores consiguió matar un Eland, el mayor antílope africano, que puede llegar a pesar 900 kgr. En un tiempo récord habían acudido al lugar otras familias. Como no podían conservarlo ni llevárselo, salvo algunos trozos, se quedaban allí y comían hasta hartarse. Al cabo de una semana el animal hedía y seguían llegando, y comiendo…
Salimos antes del amanecer caminando. No había mucha distancia desde nuestro camping. Al llegar nos encontramos con un grupo de unos 20 hadzabes que paliaban el intenso frío arrimándose a unas mortecinas brasas, mujeres con niños por un lado y hombres por otro. Éstos además se calentaban por dentro fumando unos "canutos" fenomenales que no llegué a saber de qué se componían. No doy muchos más detalles. Las fotos, con no ser buenas, son lo suficientemente explicativas...

Después de que nos  mostraran con orgullo sus arcos y las diferentes puntas de flecha que empleaban según el tipo de animal a abatir, emprendimos la “expedición” de caza con ellos. Estuvimos merodeando entre los arbustos toda la mañana bajo un sol ya inclemente, siguiéndoles como podíamos, casi al trote, hasta que se hizo evidente que la cantidad de agua de nuestras cantimploras era insuficiente -A ellos no les ví beber-, y que ya podíamos ir encargando unas pizzas para la comida...

Intenté ponerme en su piel y colaborar en la búsqueda de alimentos. Fue desalentador. Apenas encontré más que algunos tamarindos salvajes y unos higos chumbos leñosos. No estaba tan desesperada como para animarme con los insectos... Y de manejar el arco ni hablamos.
Su entusiasmo, en cambio, no parecía menguar a pesar de que lo único que cazaron fue un ratoncillo y un pajarito apenas más grande que la flecha que lo ensartó. Tampoco mostraron mucha frustración cuando fallaron el tiro a un mono y se escapó. En cambio sí que les noté muy inquietos intentando recuperar la flecha errada que quedó en la copa de la palmera. Su punta de metal era demasiado valiosa como para darla por perdida.

Ya de regreso seguía sin entender qué hacía esta gente en un lugar donde, claramente, no había caza, al lado de zonas habitadas. No me cuadraba, cuando el patriarca exhibía una cojera como consecuencia de la embestida de un búfalo y otro hombre unas tremendas cicatrices resultado de la lucha con un leopardo en su juventud.

Luego me enteré. Qué ilusa...! Estaban allí porque allí llegábamos los turistas, una fuente de ingresos. Ese dinero "civilizado" que conseguían de nuestros guías y de vendernos algunas artesanías lo gastaban en comprar... básicamente alcohol, con el que se emborrachaban en los tugurios locales. Ese era el precio de su orgullo de cazadores y de su dignidad como pueblo.

"Esta es, pues, nuestra contribución a la supervivencia de los Hadzabe", pensé.

Hubiera preferido no visitarles. Pero ya estaba hecho. 

M.G.
Tanzania. Agosto 2008

"Africa, A biography of the continent". John Reader