sábado, 6 de agosto de 2011

INDIA DEL SUR. 3- PONDICHERRY


Pondicherry (Puducherry), en realidad son dos ciudades o, más bien, dos mundos separados por un canal de aguas insalubres (por decirlo suavemente...): El indio al Oeste, y el francés al Este, a la orilla de mar.

Nuestro hotel se encuentra en el lado hindú. Con el entusiasmo por descubrir un nuevo lugar desoímos la recomendación de apalabrar un motorikshaw o tuc-tuc  (motocarro) y decidimos ir a pie hasta la orilla. Total, está bastante cerca...

Hacemos casi todo el trayecto por la calzada sorteando un enjambre de vehículos, fundamentalmente motos, pero también rikshaws, bicis, buses...
Por las aceras es difícil avanzar, pues son casi inexistentes, o están impracticables (baches, suciedad...), o resultan inaccesibles por la barrera de motos aparcadas. Así que es preferible arriesgarse a ser atropellado.

El ruido de las bocinas, con todos los registros sonoros posibles, -Los hindús son grandes aficionados a hacerlas sonar todo el rato porque sí-, es ensordecedor, enloquecedor.
Y los estímulos visuales en forma de carteles anunciadores -cuyo significado sólo podemos intuir por las imagenes tipo Bollywood que los acompañan, pues están escritos en tamil, uno de esos idiomas ininteligibles-, de escaparates de múltiples negocios, de saris multicolores... producen un efecto hipnótico.

Todo esto añadido al resto de factores ya explicados en la llegada a este país...

Tras un trayecto intenso y agotador, por todo lo expuesto, en el que aprovechamos para visitar el mercado, llegamos al “otro mundo”, el lado francés.
Con sus decadentes edificios blancos y ocres de pórticos columnados y frondosos jardines, muestra de su antiguo esplendor colonial, sus calles de nombres evocadores (Dumas, Coubert, Romain Roland...), su sede de la Alliance Française, sus iglesias y sus...¡¡silenciosos!! parques, resulta un bálsamo para los sentidos.

La experiencia puede completarse con una visita al Ashram de Sri Aurobindo, aprovechando para meditar (o dormitar) tranquilamente en el Sahamadi (tumba memorial) de su patio y/o regalarse una cerveza viendo la gente pasear al atardecer por el paseo marítimo.

El tema es que luego hay que regresar al otro lado...









    
Monumento a Gandhi


INDIA DEL SUR. 2- MAHABALIPURAM (Mamallapuram)

Tras la primera impresión del aeropuerto y la visión espectral de los suburbios de Chennai (Madrás) de madrugada, Mahabalipuram, a hora y media hacia el Sur, nos muestra la cara “amable” de India. 
Estamos, para el que no lo sepa, en el independentista estado de Tamil Nadu.

Pueblo de pescadores y, ahora también, enclave turístico para mochileros playeros, Mahavalipuram ofrece, además de palmeras y mar, una importante muestra de la arquitectura religiosa de la dinastía Pallava (S VII-IX), de la que fue segunda capital y puerto principal. 
Sorprende saber que los romanos arribaron ya a estas orillas allá por el S I d.C...

Entre la frondosa vegetación, el suelo arenoso está salpicado de afloramientos graníticos con formas naturales tan caprichosas como la “Bola de mantequilla de Krishna”, y otras talladas en forma de Mandapams (vestíbulos porticados excavados en la roca sin uso religioso), de templos, o de frisos. La visita se realiza entre talleres de talladores de piedra, que trabajan a la vista amenizándola con el tintineo de sus cinceles, y de vendedoras de fruta.
Se nota que es un lugar de recreo para los autóctonos, pues predominan sobre los aún escasos occidentales. A ver cuánto dura...

Después de unos platillos de marisco y pescado sazonados con las salsas locales -hay que ir acostumbrándose al picante- y remojados con una Kingfisher bien fría, es una delicia caminar por la playa al atardecer y dejar que las olas sustituyan como música de fondo al graznido de los cuervos, que aquí están por todas partes. Y que te vayan meciendo ya entrada la noche.

Al día siguiente, nada como madrugar para curiosear alguna de las pujas (ofrendas) realizadas por los locales y acercarse al pueblo de pescadores a contemplar cómo la vida se despereza en sus habitantes: niños preparando los apuntes para la escuela, muchachas peinando sus trenzas, mujeres dibujando delicados mandalas con polvo de arroz a la entrada de sus casas como muestra de hospitalidad y buenos deseos, pescadores regresando de sus duras jornadas con sus magras capturas que luego las mujeres clasifican en una pequeña lonja...

Todo apenas a un día de llegar y ya Occidente resulta tan lejano... 


Dan ganas de quedarse un poco más ahí, con su playa, sus palmeras y su gente hospitalaria, pero hay que continuar viaje... a Pondicherry.



Los cinco Rathas

Los cinco Rathas (detalle)

La bola de mantequilla de Krishna

La penitencia de Arjuna

Templo de los Tigres





Puerto y templo de la Orilla


Lonja