Pondicherry (Puducherry), en realidad son dos ciudades o, más bien, dos mundos separados por un canal de aguas insalubres (por decirlo suavemente...): El indio al Oeste, y el francés al Este, a la orilla de mar.
Nuestro hotel se encuentra en el lado hindú. Con el entusiasmo por descubrir un nuevo lugar desoímos la recomendación de apalabrar un motorikshaw o tuc-tuc (motocarro) y decidimos ir a pie hasta la orilla. Total, está bastante cerca...
Hacemos casi todo el trayecto por la calzada sorteando un enjambre de vehículos, fundamentalmente motos, pero también rikshaws, bicis, buses...
Por las aceras es difícil avanzar, pues son casi inexistentes, o están impracticables (baches, suciedad...), o resultan inaccesibles por la barrera de motos aparcadas. Así que es preferible arriesgarse a ser atropellado.
El ruido de las bocinas, con todos los registros sonoros posibles, -Los hindús son grandes aficionados a hacerlas sonar todo el rato porque sí-, es ensordecedor, enloquecedor.
Y los estímulos visuales en forma de carteles anunciadores -cuyo significado sólo podemos intuir por las imagenes tipo Bollywood que los acompañan, pues están escritos en tamil, uno de esos idiomas ininteligibles-, de escaparates de múltiples negocios, de saris multicolores... producen un efecto hipnótico.
Todo esto añadido al resto de factores ya explicados en la llegada a este país...
Tras un trayecto intenso y agotador, por todo lo expuesto, en el que aprovechamos para visitar el mercado, llegamos al “otro mundo”, el lado francés.
Con sus decadentes edificios blancos y ocres de pórticos columnados y frondosos jardines, muestra de su antiguo esplendor colonial, sus calles de nombres evocadores (Dumas, Coubert, Romain Roland...), su sede de la Alliance Française, sus iglesias y sus...¡¡silenciosos!! parques, resulta un bálsamo para los sentidos.
La experiencia puede completarse con una visita al Ashram de Sri Aurobindo, aprovechando para meditar (o dormitar) tranquilamente en el Sahamadi (tumba memorial) de su patio y/o regalarse una cerveza viendo la gente pasear al atardecer por el paseo marítimo.
El tema es que luego hay que regresar al otro lado...
Monumento a Gandhi