Este verano quería viajar a África. El cuerpo me pedía grandes espacios naturales, abiertos, diáfanos, inhabitados, en los que la mente no tuviera dónde agarrarse.
Pero no era eso lo que tocaba... sino algo que estaba en las antípodas. Como culminación de los estudios de Medicina Tradicional China tenía dos opciones: elaborar una tesina (puuuffff....!! Qué pereza!!!) o realizar las prácticas finales en un hospital de Beijing con mis entrañables compañeros en esta aventura de cuatro años. Sin duda ésta era la opción más seductora, y no dejaba lugar para el aplazamiento: O iba este año o posiblemente lo iría dejando pasar.
Este viaje, además, tenía un valor simbólico, de cierre de ciclo. Justo hace cinco años, bastante desencantada con el tipo de Medicina en el que me veía inmersa, en medio de una "crisis de fe", preferí ir a una charla sobre Medicina Tradicional China antes que acudir a la celebración del 20 aniversario de mi promoción de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Esa charla me decidió a seguir por este camino...
Hace unas semanas, tras los últimos exámenes con los que concluía mis estudios, esta vez sí, asistí al acto y posterior cóctel conmemorativos del 25 aniversario. Acababa de celebrarse el congreso nacional de mi Especialidad, en la que ya había aceptado un cargo de responsabilidad... Me descubrí ahí hablando entusiasmada sobre esta Medicina, pero también muy contenta de lo realizado desde la otra, la Occidental. Sentí entonces, con alivio, que me había reconciliado con ella y que llegaba el momento de intentar conciliar ambas.
Este es también un viaje especial porque se trata del primero que hago fuera de Europa de forma no organizada, para pasar una larga temporada en la misma ciudad y, además, con una motivación no vacacional. Y, aunque intento ir a los viajes libre de expectativas, en cierto modo confiaba que éste me arrojaría cierta claridad sobre el punto anterior: Ver si es posible conciliar esos dos mundos laborales y de qué modo...
A esto se sumaron una serie de incidentes, de des-engaños en lo personal-emocional previos que me dejaron bien claro dónde me merecía la pena y dónde no poner mi energía y que despejaron bastante mi camino de cara al viaje.
Me fui, pues, con muy poco equipaje en todo los sentidos (mi mochila poco más de 11 kgr. y una sensación de ligereza, de libertad y de alegría interiores indefinibles...). "Sigue camino sin mirar atrás" me insistió Jordi cuando vio que en las tiradas de Tarot que le pedí, al igual que antiguamente antes de emprender un viaje o tomar un nuevo rumbo se consultaba el oráculo, se repetía el arcano sin número, el Loco, la figura-comodín que ligera de equipaje, y con la cabeza bien alta, camina hacia el futuro con determinación...
Así que eso me dispuse a hacer: Caminar con determinación rumbo a Beijing...