lunes, 22 de agosto de 2011

INDIA DEL SUR. 20- HAMPI. La ciudad fantasma de Vijayanagar


Viyajanagar significa victoria. Este el nombre de la ciudad capital de la dinastía homónima que constituyó el “Renacimiento indio” de 1326 hasta 1565.
Su importancia durante esos 200 años fue comparable, si no superior, a la de Roma en nuestras latitudes, llegando a tener unos 500.000 habitantes. 
 
Saqueada por los invasores islámicos de la confederación de sultanatos del Decán, que no consiguieron dar con su tesoro (se dice que éste, una vez salvado, ocupó en su traslado 500 elefantes...), lo que quedó del imperio fue trasladado a la región de Andhra Pradesh, donde sobrevivió a duras penas unos años antes de caer definitivamente en el olvido.

Las ruinas de Vijayanagar ocupan una superficie de 16 Km. cuadrados en el valle del río Tungabhadra, en una zona en la que el Ramayana sitúa Kishkinda, el reino mítico de los monos, y fueron declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1987.
Su hallazgo sorprendió a los británicos en el S.XIX (Kipling la menciona en el capítulo “el reino de los monos” del Libro de la Selva) y nos sorprende a nosotros.

Se trata de un paisaje encantador, fascinante... 
En una de esas de pedrizas graníticas parecida a las vistas anteriormente pero mucho más extensa y “monumental”, entre cultivos de banano, caña y arroz, y campos florecidos, a la sombra de grandes árboles, asoman dispersas, hasta donde alcanza la vista, multitud de ruinas: grupos de templos con sus cúpulas y muros de protección, columnatas, templetes, miradores... sobre las que corretean ardillas y lagartos. Entre ellas pastan tranquilamente las ovejas y las vacas. Los lugareños van y vienen por las margenes del río, en el que los niños se bañan. Pequeñas embarcaciones circulares (putti) cruzan de un lado a otro o, simplemente, pasean a los turistas (muy pocos, al menos en esta época del año). 
Las ruinas están integradas en el paisaje, los habitantes en las ruinas, y todo el conjunto compone una estampa bucólica que recuerda a los paisajes de la pintura romántica del XIX.

Visitamos el complejo del templo de Vittal con sus columnas sonoras (el efecto se conseguía gracias al diferente diámetro, altura y disposición de las mismas, 56 en total), La balanza real (el peso del monarca era entregado en oro a los Brahmanes), el bazar de Sule (bajo las columnas de un lado los comerciantes locales con sus especias, marfiles, sedas y piedras preciosas; enfrente portugueses, chinos, árabes... con los que canjeaban por caballos que el imperio usaba para mantener sus dominios), el templo de Achyutara, el Centro Real... El eclecticismo de su decoración se debe a su carácter y a los diferentes artistas que pasaron por él huyendo de las invasiones islámicas.

Caminamos hacia Hampi Bazar. Como tantas veces no tengo ni idea de lo que me voy a encontrar... Y, como tantas veces, lo que veo supera a cualquier realidad imaginable: En las arcadas del bazar se han ido instalando pobladores, construyendo sus casas usando la estructura de columnatas y templos. Al parecer esto empezó con la afluencia de turistas y ha ido aumentando con el paso del tiempo hasta constituir un pueblo en las ruinas, todo ello  sin permiso. 
Por iniciativa de las autoridades locales se pretende desalojar a los colonos y demoler sus construcciones para proteger así el patrimonio. Y también aprovechar para construir luego un hotel gestionado por el gobierno con precios para turistas... 

Pero, a dónde irán los habitantes de Hampi, cuyas últimas generaciones ya han nacido ahí? A Bangalore, a incrementar su cinturón de pobreza?? Las indemnizaciones prometidas no llegan debido a la corrupción y ya se está empezando a demoler en las inmediaciones del templo de Virupaksha.

Este tema de la corrupción merece capítulo aparte... India está a la cabeza en el ranking de países corruptos, sólo adelantada por algun país africano. En este país, para abrir cualquier negocio, además de los permisos oficiales (right way), es necesario iniciar una cadena de sobornos a la "no right people" de turno.

La clase media está ya más que harta de esa sobregravación de sus actividades que no se traduce en mejoras sociales. 
Recientemente la situación ha estallado con la reclamación de un parlamentario, Anna Hazare, que ha iniciado una huelga de hambre indefinida pidiendo que la legislación anticorrupción sea aplicada a la clase política (No sé de qué me suena esto...). La respuesta social ha sido entusiasta y se están llevando a cabo huelgas y movilizaciones. Esto es ahora noticia de primera página aquí, en la CNN...

Mientras tanto la "nueva" ciudad de Viyajanagar corre el riesgo de volver a ser la ciudad fantasma que fue durante siglos.



                                                                                                                                                                            





















INDIA DEL SUR. 19- LA INDIA SIN ZAPATOS


En India, más en el campo pero también en la ciudad, muchas personas caminan descalzas.
Esto resulta muy chocante para nuestras escrupulosas mentes occidentales, sobre todo, porque las calles no están precisamente limpias...
El monzón complica las cosas. Caminar por un mercado y sus inmediaciones (bueno, por todos lados) resbalando en el barro, chapoteando entre detritus de todo tipo y esquivando charcos navegables desafía cualquier estómago y ni ir calzado te salva. Hacerlo descalzo sería ya mucho...

Hay que tener cuidado también con la costumbre que tienen de escupir indiscriminadamente sin mirar si tu pie está al lado... Afortunadamente aquí no está tan extendido como en el norte el hábito, ya penalizado, de mascar bétel. Sus cercos rojizos en el suelo no resultan muy agradables...

A estas alturas del viaje, con tanto templo, ya hemos ido entrenando nuestros pies. Los más cuidadosos se protegen con calcetines de las baldosas recalentadas y la suciedad (muchos de los templos tienen gran parte de sus superficie descubierta y a veces hay que dejar los zapatos bastante antes de la entrada y recorrer calles sin asfaltar), y luego se limpian cuidadosamente con toallitas húmedas -esa gran aportación de la tecnología al viajero-, antes de volver a calzarse. Otros ya vamos pasando...

Hay días en que este trajín de quita y pon zapatos es intenso, hasta cinco y seis veces, y llegamos a pasar buena parte de la jornada descalzos. La vida del turista es así de dura...

En uno de esos días especialmente ajetreado, a la salida del último templo visitado, Tino me comenta que al lado hay una pequeña escuelita en la que podría dejar los cuadernos, lápices y bolis que cargo durante el viaje. Así que voy para allá. En un espacio muy sencillo, escueto, los niños hacen sus deberes en el suelo, sobre esterillas. Una pizarrita y una mesa a la que está sentado el profesor de sánscrito componen el único mobiliario de la estancia. Me impresionan la amabilidad y humildad del maestro y la expectación contenida de los niños.

Nada más salir subimos al bus. Me espera un buen masaje ayurvédico en el hotel...
Ya hacia las afueras del pueblo me pongo a buscar en mi mochila. Tengo la sensación de que me falta algo...
Miro debajo de los asientos y noto algo raro al ver mis pies descalzos. “Y mis sandalias??!!”. No recuerdo habérmelas quitado en el bus...
Tras unos instantes de desconcierto caigo en la cuenta con estupefacción. “No puede ser!! No me lo puedo creer...!!” Me las quité para entrar en la escuela y luego ya no me las puse!
Paro el bus y bajo corriendo de un salto a la carretera. Cogemos un rickshaw y nos vamos para allá. Y ahí estaban... En todo el trayecto soy consciente de la “desnudez” de mis pies. No entiendo cómo se me ha podido pasar por alto antes. En qué estaba pensando??

Luego me comenta una compañera sevillana, con esa gracia que tienen contando las cosas que no se puede aguantar..., “Yo ya había visto que ibas descalza... Me llamó la atención que ibas hablando como si tal cosa sin mirar al suelo, y mira que había chinas gordas... Pero pensé: hay que ver con qué facilidad se integra la gente...”

En fin... ahí queda la anécdota. Luego viene la reflexión, el aprendizaje.
La India te enseña a relativizar... hasta esto. 
Si se puede ir por la vida sin zapatos, de cuántas cosas más se puede prescindir?









INDIA DEL SUR. 18- TEMPLOS HOYSALA. Filigrana en piedra.


Hace años, una amiga doctorada en Historia y Arte estuvo de luna de miel en Italia. Creo que fue en la Galería de los Uficci donde, mareada ante tanta belleza, en un momento de agobio, exclamó: “Dios mío... No sé nada del Veronés!”

Algo así me sucede cuando me enfrento a la historia, religiones, arte, tradiciones y costumbres de este país caleidoscópico, complejo e inabarcable. “Dios... No sé nada de India!!”

Así el viaje me va llevando de novedad en novedad, de sorpresa en sorpresa, de pregunta en pregunta.

Este es el caso...

La dinastía Hoysala floreció en Karnataka entre el S XI y el S XIV, llegando en sus luchas de poder hasta el sur de Kerala, a los dominios de los marajás de Travancore. Las incursiones de los ejércitos musulmanes del norte marcaron su decadencia y final.

Visitamos tres templos de esa época cercanos a Mysore, magníficos ejemplos del esplendor cultural y arquitectónico Hoysala: Belur, Halebid y Keshava (Somnathpur).

Para mí sólo el viaje hasta ellos con la posibilidad de disfrutar de paisajes y paisanajes ya merecía la pena y así fue. Múltiples estampas campestres han quedado grabadas en mi retina de esos trayectos entre arrozales.

Pero no sabía que lo que me iba a encontrar era tan impresionante... Un auténtico delirio lítico adorna el exterior de estos originales templos, expresando en sus frisos todas las facetas de lo divino y lo humano en escenas inspiradas en el Ramayana, Mahabharata y Bhagavad Gita, las grandes epopeyas indias.

El uso de piedras “jabón” como la clorita y esteatita facilitó a los artistas, más orfebres que escultores, trabajar los relieves como si de encaje se tratara e imprimir en las figuras un movimiento y una vida que hacen que casi se salgan de la piedra. El trabajo se prolongó durante décadas y permanece inacabado en algunas zonas, pero la conservación es tan buena como si hubieran sido cinceladas ayer mismo.

Sobre una plataforma con forma de estrella tenemos varios estratos representando distintos niveles de la existencia.
En el primero los elefantes, símbolo de estabilidad y fuerza, sostienen todo lo demás, el mundo. Sobre ellos los leones, símbolo del valor. Encima de éstos caballos con sus jinetes, muestra del dominio del hombre sobre la naturaleza, entre cenefas vegetales. Más arriba escenas que resumen las pulsiones básicas del ser humano: de la vida en la corte, de batallas, y, si se saben buscar, de sexo explícito.
Una hilera de pavos reales marca la transición entre lo divino y lo humano.
Por encima de todo esto, a un nivel en que ya hay que levantar la vista y, por si todo lo anterior no había resultado suficientemente mareante, el mundo divino representado en las múltiples formas del panteón hinduísta con todo el lujo y sofisticación de sus atributos, ropajes y adornos.

Dentro del templo, en un ambiente oscuro, opresivo y misterioso, entre gruesas columnas torneadas, todas diferentes, se encuentran las representaciones de la divinidad. 
 
Y en el sanctasanctórum, sólo en uso en el de Belur, el mismo Shiva hace girar con su rueda de creación y destrucción la ruleta de nuestra existencia ilusoria.


                                                                             Keshava 1

                                                                           Keshava 2

                                                                               Keshava 3

                                                                   Keshava 4. Posturas...
                                                                          Keshava 5

                                                                             Keshava 6

                                                                              Halebid 1

                                                                            Halebid 2  
                                                                                 
                                                    Halebid 3

Belur 1

                                                                           Belur 2

                                                                          Belur 3

                                                    Belur 4