viernes, 11 de noviembre de 2011

DESIERTO BLANCO EGIPCIO. El Silencio y la mágica Luna Azul

Emprendimos una frenética carrera hacia el oeste a traves de una vasta extensión desértica surcada, aquí y allá, por las sinuosas rodadas de los vehículos que nos habían precedido, alguno de los cuales aún podía intuirse por su estela de polvo. Nos habíamos entretenido mucho en las paradas y llegábamos tarde a nuestra cita con el último atardecer del año.

Demasiado movimiento y polvo para hacer fotos... Así que me dediqué a capturar con la retina las instantáneas de aquel fantástico y sorprendente lugar en el que parecía que una Fuerza gigantesca e inteligente hubiera dado rienda suelta a su caprichosa y delirante imaginación creando un campo de juegos que la luz crepuscular transformaba por momentos en un campo de sueños, una mágica Jauja: Aquí un montón de champiñones, allá un grupito de milhojas y hojaldres, al fondo unos colosos como moais de perfil inquietante...

Cuando llegamos arriba de la colina-duna el Sol acababa de caer a plomo tras el horizonte. Nuestros guías, que se desvivían por hacernos más inolvidable, si cabe, el viaje, comenzaron a discutir contariados en un árabe rapidísimo.
Recordando el atardecer de Atacama y las palabras de Pablo me giré... y no pude contener un grito: "Mirad!! La Luna!!"
Una Luna enorme y anaranjada había emergido, como un sol nocturno, por el Este a la vez que el Sol se ponía.
Después de un rato de entusiasta contemplación y, esta vez sí, fotos, me descalcé y bajé hacia el campamento deslizándome por la arena, sintiendo su fresco y suave masaje en mis plantas. Abajo habían comenzado ya los preparativos de la celebración, bajo la luz de esa mágica "Luna Azul".

El banquete fue suculento, y las tradicionales uvas un poco caóticas como suele ocurrir en estos casos en que no hay campanadas y uno no sabe si celebrar el tránsito a la hora local o a la patria... o a ambas, que es por lo que se decantan los más animados.
Yo preferí, tras los brindis, dar un paseo para bajar la cena y disfrutar de aquel impresionante escenario de noche americana. La luz de la luna hacía refulgir las blancas formaciones rocosas. No iba a hacer falta usar el frontal...

Tras un buen rato de caminata llegué a uno de esos montones de azúcar glaseada y trepé con cuidado de no quebrar la piedra, de consistencia casi tan frágil como el dulce material. La panorámica desde ahí era alucinante... Todo brillaba bajo un cielo de color intenso -azul de Voronet pensé, recordando el color de los frescos de ese monasterio de los Cárpatos-. Un soplo de brisa trajo el eco de una celebración lejana, y luego el aire paró y se hizo el silencio. En él se manifestaron otros sonidos sutiles: el gorgoteo de mis intestinos, el suave roce del aire al entrar por el tubo de mi tráquea y bronquios, el zumbido de la sangre latiendo en mis sienes... Luego hasta esto cesó. Todo se detuvo en una atmósfera congelada, irreal. El Silencio era mayúsculo, ominoso, sobrecogedor, y la sensación como de estar dentro de un sueño, en una burbuja, en un mundo aparte... en la Nada.

No sé cuánto tiempo estuve impregnándome de esa sensación... Salí de ella poco a poco y emprendí un regreso que resultó un tanto difícil pues por momentos perdí las referencias y tuve que volver sobre mis pasos varias veces conteniendo el miedo, intentando confiar en encontrar el camino... Respiré con alivio cuando llegué al campamento y me metí en el saco, con la luna como techo. Así recibí el año...

Cuando desperté en el primer día del 2010 -el primer día del resto de mi vida, pensé-, la Luna estaba a punto de ponerse y el Sol de salir.
Así que, silenciosamente, dí las gracias por haber podido vivir toda esa magia y me despedí de ella: "Hasta el 2028, Luna Azul..." Insha´Allah!!!

M. G.

Egipto. Desierto Blanco. Diciembre 2009/ Enero 2010


ciencia.nasa.gov/science-at-nasa/2009/29dec_bluemoon - En caché