martes, 14 de agosto de 2012

RUMBO A BEIJING. 2- De Madrid a Beijing con escala en Berlín


Hace 20 años visité Berlín en uno de esos viajes organizados maratonianos cuyo ritmo sólo alguien muy joven y/o ávido por viajar y conocer puede aguantar. Tres años antes había caído el muro y la diferencia entre los dos Berlines era muy patente: edificios grises, funcionales, austeros y con pocos comercios en el lado Este y una ciudad llena de museos, tiendas y vida en el Oeste... Y grúas levantándose aquí y allá presagiando la gran explosión renovadora que se llevaría a cabo en los años siguientes. 

No sé cómo en los dos días que estuvimos, y dado el tute que ya nos habíamos metido en Praga y Budapest, fui capaz de tachar tantos puntos en el mapa. Los museos siempre me han atraído y entonces estaba ansiosa por absorber toda la información posible sobre arte e historia... La isla de los museos fue el primer objetivo: Museo de Pérgamo, un delirio. La recreación a tamaño natural de ese templo con sus frisos ya parecía insuperable, pero encontrarme a continuación la portada del mercado de Mileto y, tras ella, atravesar la puerta de Ishtar y la avenida de las procesiones de Ur casi me tumba del pasmo. Y sólo era el principio... Le siguieron el Altes y el Bode, magníficos pero incapaces de hacer sombra al anterior y sus maravillas, Charlottemburg con sus jardines y su colección de pintura romántica, el Zoo, el museo de Arte Antiguo con sus tesoros etruscos, y el de Arte Egipcio con el magnético busto de Nefertiti... A eso hubo que añadir los innumerables trayectos en los buses 100 y 200, que recorrían los lugares mas emblemáticos como la Alexanderplatz con su torre de comunicaciones y el Rathaus, la puerta de Brandemburgo, el Parlamento, la Kurfustendamn...

Saber que hacíamos una escala en Berlín me entusiasmó. Después de 20 años mi planteamiento viajero ha cambiado mucho... Había seguido en Facebook, con curiosa y sana envidia, la reciente estancia ahí de una amiga (tienes que contarme Marta!!) y sentía  la inquietud no ya por ver más museos (bueno, tal vez sí la nueva ubicación de Nefertiti...) sino, sobre todo, por comprobar en qué se había convertido esa ciudad. Así que no perdí detalle en el trayecto desde Tegel en el TXL, y luego repitiendo los recorridos del 100 y 200... Y lo que vi me entusiasmó: Un urbanismo práctico, inteligente, funcional, moderno y a la vez elegante e integrador de lo nuevo y lo antiguo... Y muy vivo (La Alexanderplatz en plena transformación). Y volví a recordar aquella película... El cielo sobre Berlín; y a desear hacer algo más que recorrerla de puntillas como esos ángeles sin alma, o a tomarme una cerveza en una de sus plazas... A vivirla en su día a día una temporada, a impregnarme de verdad de cada una de sus Ciudades Invisibles.