Seguimos camino hacia el norte, a Mysore. Estamos ya en el estado de Karnataka.
Las montañas y los bosques van quedando atrás y nos adentramos, de nuevo, en la India rural entre praderas salpicadas de campos de cultivo: bananeras, caña de azúcar, girasoles, arrozales, algodón... y algunas palmeras.
La carretera está bordeada por grandes árboles que ofrecen su generosa sombra y tranquilidad a grupos de hombres que descansan, charlan, esperan un transporte, sestean (no para de asombrarme la capacidad que tienen los hindús para dormir en cualquier lado, hasta en el canto de los bordillos...), a puestecillos de fruta... Algunos albergan en los huecos de sus raices algunas deidades, convertidos en auténticos templos vivientes.
Por la calzada los campesinos arrean yuntas de enormes cebús de cuernos pintados. El ambiente es tan animado como siempre y, además, festivo: Es 15 de agosto, el día en que todo el pueblo indio, sin excepción, celebra su Independencia. Al pasar por los pueblos se ven banderitas, niños vestidos con sus mejores galas escolares, estrados adornados...
Así que vamos tan entretenidos que, casi sin darnos cuenta, llegamos a destino!
Mysore, cuenta la leyenda, es el lugar en que la justiciera diosa Chamundra (una encarnación de Durga) mató al demonio Mahisava liberando a su población.
En una colina vecina, el monte Chamundi, se erigió un templo en su honor muy venerado. Aprovechamos el día festivo para ver el ambientillo en sus alrededores y tener una panorámica de esta ciudad que me sorprende y asombra por su monumentalidad: Amplias calles, espaciosas avenidas arboladas, rotondas con templetes, grandes parques y señoriales edificios porticados en diferentes grados de abandono... Todo ello, de aire muy inglés, testimonio de un antiguo esplendor.
No podía ser de otro modo pues Mysore fue la capital de la dinastía Wadiyar, que gobernó la zona desde 1399 hasta la independencia en 1947 (Salvo un breve periodo en que Haidar Alí, un general de su ejército, y su hijo Tipu Sahib usurparon el poder, con la colaboración de los franceses, a los que los ingleses ayudaron a derrocar en 1799), y residencia de sus Marajás, tan venerados por su pueblo por sus gestos de generosidad que, tras la independencia, el último fue elegido gobernador.
El palacio me deja estupefacta. Reconstruido tras un incendio que lo asoló, en 1912, sólo 15 años después de su destrucción, estaba terminado con un desembolso enorme para la época. En recargado estilo colonial indosarraceno (mezcla de hindú, mogol, neogótico...) es desmesurado en dimensiones y excesivo, obsceno, en el lujo que lo adorna y los objetos que contiene. Digo yo que, lo realmente generoso hubiera sido dedicar ese dinero a mejorar verdaderamente las condiciones de vida de su pueblo. En fin... Un monumento al ego, las ansias de poder, la desigualdad y la injusticia social. Otro más...
Un punto que no se debe dejar de visitar es el colorista y animadísimo mercado de Devaraja y sus alrededores. Éste fue el centro del comercio del sándalo (el 70% de la producción de toda India se da en este estado) y la seda para suntuosos saris.
Aunque su grandeza, como el resto de la ciudad, ha decaído, merece la pena dejarse llevar por la corriente humana en sus callejones, entre guirnaldas de flores que son tejidas con destreza, el olor del jazmín, el sándalo y el incienso, las pilas de kumbun ( polvo con el que se marca la tikka o bindi, ese adorno que se ponen en el entrecejo por motivos religiosos o por simple estética ) de intensos colores, y de nuez de bétel, sus fruterías...
Y, ya puestos, cruzar la calle (aquí esto se convierte en un deporte de riesgo, dada la anchura de las calles, el mayor número de coches y la práctica ausencia e inoperancia de los semáforos...), entrar en uno de los restaurantes locales, compartir mesa con ellos e investigar algunos platillos de su gastronomía ya sin miedo al picante y asumiendo el riesgo de algún efecto intestinal indeseado.
Ah! No olvidemos que no está bien visto usar la mano izquierda para comer pero que, en cambio, la emisión, incluso ruidosa, de gases arriba y abajo es muestra de una comida disfrutada y bien asentada...
Esto es India!
1 comentario:
"Sed cómo el sándalo, que cuando le pinchan..., perfuma".
Con cariño para Marisa. Sigue ahí, en la brecha, deleitando.
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