lunes, 8 de agosto de 2011

INDIA DEL SUR. 6- HACIA CHETINNAD. La India rural


Dejamos Tanjavur. Nuestro destino es Chetinnad, una región que no sale en la Lonely Planet (¡¡!!), ni casi en los mapas.

La raya central desaparece de la carretera y nos vamos adentrando en la India rural entre rojas tierras de cultivo, arrozales, plataneras, palmeras y plantaciones de caña de azúcar.

También nos vamos acercando al monzón...

La ruta está salpicada de pueblecitos con templos, estanques, prados en los que los niños juegan al cricket (los ingleses de nuevo), y algo insólito: decadentes casas señoriales de un particular estilo colonial, desmesuradas para el lugar, sobre todo en nuestro destino, Kannadukatan. Esto se debe a que familias de comerciantes y banqueros, los Nattukotai Chettiars se establecieron ahí hace más de 200 años para emigrar luego a otros países de Asia y América. Las casas han quedado, en su mayoría, cerradas y al cuidado de guardeses. Nos alojamos en una de ellas, adaptada para el incipiente turismo (casualmente durante nuestra estancia la ministra del ramo visitó el pueblo y nuestro hotel!), y podemos ver alguna otra. Realmente, es como transportarse a esa época: Impresionantes puertas, patios columnados y techos en teca maciza, suelos de azulejos de vivos colores... algo muy alejado de las condiciones de vida de los locales en la actualidad. Esto le da un aire de misterio, de anacronismo e irrealidad difícil de explicar. Hay que ir ahí y verlo...

Pero antes, de camino, estaba previsto visitar un par de templos, para variar.

Llegamos a un  lugar en medio de ninguna parte. Bajo del bus desprevenida. No sabía qué me iba a encontrar. No tenía ni idea de que iba a entrar en uno de esos momentos alucinantes por los que sientes que bien mereció la pena el viaje.
A los lados de un camino, flanqueando el paso bajo un cielo plomizo de monzón, hay algo insólito: unos caballos de arcilla, cientos, casi del tamaño de una persona, en estados muy diversos de conservación. Es el templo de Ajanar, dios cuyo avatar usaba el caballo como vehículo para reingresar a la vida terrenal. Pero, en realidad, se trata de un sincretismo del hinduismo con creencias animistas locales (de hecho, están sacrificando ritualmente una gallina entre los matorrales cuando llegamos). El altar está lleno de exvotos antropomorfos y en el lugar se respira una atmósfera especial, indefinible. Impresionante! Al parecer, en Julio se celebra una festividad en honor a este dios y se fabrican estos caballos. Los viejos se llevan al camino...Y así año tras año.

El otro templo, el de Athmanatha, en Avudayan Koil, lo vemos al día siguiente. Es uno de los más antiguos de Tamil Nadu, data del S.VIII. Y resulta otra sorprendente sorpresa.
Tiene una curiosa leyenda detrás, como casi todo en India. Si las contara todas esto, más que un relato de viajes, parecería las mil y una noches...
El caso es que, un rey envió a su ministro a esta región a comprar unos caballos, pero éste, por el camino, se iluminó y su devoción le llevó a gastar el dinero en levantar el templo, entonces apenas sólo una plataforma. Cuando el rey le pidió cuentas recogió los zorros de la región que, ante él, se presentaron transformados en caballos, volviendo a su forma original una vez satisfecho el rey.
El devoto ministro acabó siendo uno de los santos del shivaísmo y nombrado "El Señor de las almas". Se dice que ayuda a éstas a encontrar su camino, y que gracias a él el buscador se hace Uno con la divinidad. En fin...

No sólo la leyenda resulta singular... El lugar te transporta a otros tiempos y evoca otras culturas en los rasgos y vestimentas, más centroasiáticos que indios, de los personajes representados en sus maravillosas esculturas y bajorrelieves. Unos coloridos frescos muestran cómo se las gastaban los invasores arios con los locales drávidas. Las torturas eran atroces...

Quedan más anécdotas...


Un recorrido en tu-tuc, nuestro bautismo en este viaje, por más templos locales (qué le vamos a hacer, somos insaciables...), abiertos expresamente para nosotros, en los que pudimos realizar las correspondientes pujas (Ya se sabe, salud, dinero y amor...) y confraternizar con los locales. 

El viejecito del dhoti amarillo que, al cruzarse con nosotros, empezó a hablarnos, en tamil, y yo le contesté en español y así estuvimos un rato, él y yo, charlando cada loco con su tema... Salta a la vista que la gente, por lo general, es amable, sonriente y encantadora a pesar de la distancia idiomática.

La visita al taller de azulejos. Ver a los artesanos elaborar de la nada preciosos juegos de dibujos y colores fue como ver a un mago hacer un truco...

En fin... Un lugar y unas gentes para conocer antes de que el turismo occidental lo invada y desvirtúe. Una sorpresa y una suerte poder visitarlo. Y un puñado de recuerdos dignos de guardar en la "mochila".


                                                                      Templo de Ajanar

                                                                Cocina comunitaria


                                                             Siesta en Athmanathar

Carro devocional


                                                                   Kannadukatán 1

                                                                        Kannaduhatán 2

                                                             Atendiendo "la llamada"

                                                               "Otro" templo de Ajanar

                                                           Elaboración de azulejos



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