Habíamos salido de Madurai por la Highway, una autopista de peaje peculiar, pues los coches paran en sus arcenes y es atravesada por otras carreteras y cruzada por personas y animales. Eso sí, tiene mediana, lo cual te protege de los choques frontales... y su mejor pavimentación me permite tomar notas con letra medio legible.
El cambio en el paisaje, totalmente llano durante días, se había anunciado al llegar a Madurai con unas curiosas formaciones graníticas. Ahora se acentúa. Aparecen en el horizonte las primeras estribaciones de los Ghats Occidentales, la cordillera de los Nilguiri, las Montañas Azules, que cruzan de Norte a Sur.
Enormes campos eólicos bordean la carretera hasta donde alcanza la vista. Hay algo que me resulta chocante... están en la llanura, entre los sembrados y las casas de los pueblos.
Poco a poco se va “respirando” el mar. Nos acercamos a Kanyakumari, el cabo Comorín.
La bella diosa Kumari había prometido que sólo se casaría con Shiva. Cuando acudía a su cita con el dios, en el lugar donde los tres mares se juntan, para cumplir su promesa, le salieron al paso unos feroces demonios. Luchó valientemente con todos ellos... y consiguió vencerlos librando así al mundo de su amenaza. Pero, cuando llegó al lugar del encuentro, Shiva ya se había marchado... con otra diosa a la que había desposado.
Fiel a su promesa, la diosa permaneció virgen y se quedó en aquel lugar protegiendo la costa, velando por pescadores y marineros. En ese lugar acabó erigiéndose un templo en su honor, hecho recogido en las crónicas allá por el S. I, y la localidad tomó su nombre: Kanya (virgen) Kumari.
El templo hoy en día es muy visitado y la diosa muy venerada. Los hombres han de entrar en él con el torso desnudo, como señal de respeto, y las mujeres acuden a pedir por su fertilidad y para encontrar un buen novio y marido dando una vuelta alrededor del santuario, un lugar húmedo y en penumbra que sugiere un gran útero.
Este enclave es un lugar muy simbólico no sólo por la historia de la diosa solitaria y por ser el punto más meridional de este gran país, allí donde se encuentran el Mar de Arabia, las aguas del golfo de Bengala y el Océano Índico. Una especie de fin del mundo...
También lo es por las personalidades que lo visitaron y en cuya memoria se erigen algunos monumentos.
Aquí están, en su memorial, parte de las cenizas de Gandhi; el santuario de Swami Vivekananda, que tras dejar sus riquezas y hacerse renunciante errante expandió las ideas del hinduismo y la justicia social más allá de India; el monumento en honor al gran poeta tamil Thiruvalluvar, la “estatua de la libertad” india... y un ramplón monumento conmemorativo a las víctimas del tsunami que asoló en 2004 estas costas.
Aprovechamos para visitar el colorido pueblo de pescadores. Son, casi en su totalidad, cristianos. Hay múltiples referencias a ello no sólo en sus iglesias y capillas, sino también en la puerta de las casas. La gente, amabilísima, nos saluda y enseña a sus niños...
Antes de marcharnos, me rezago para hacer un pequeño gesto ritual en solitario: descalzarme, bajar los escalones que entran en las aguas y dejar que éstas acaricien mis pies justo allí donde los tres mares se abrazan y se hacen uno.
Monumento a Vivekananda y Thiruvalluvar
Memorial a Gandhi
El joven Gandhi
1 comentario:
Ya llegaste al Sur del Sur. Como dice ese anuncio tan simpático que anda ahora en pantalla "todos necesitamos un poco de Sur, para no perder el Norte" (por cierto, qué anuncian?)...
Yo también me habría apartado para entrar en ese vórtice de energía marína y celeste. Tiene mucha profundidad tu foto.
Me llama la atención que los monumentos de Ghandi y de Vivekananda sean tan diferentes como sus personalidades y sus vidas. Creo que para ellos el primero fue más un hombre público memorable que filósofo y demuestran un gran respeto por la santidad del segundo. A mi también me lo produce. Fue un verdadero sabio que experimentó la liberación y dio testimonio de su contacto con una realidad que no podemos ni imaginar.
Me encantan los encuadres que provocas. Las barcas con la caja delante tienen serenidad de siglos.
Sigue disfrutando muchísimo.
Besos.
Vicky
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