Me despedí a a toda prisa de Katia y su
familia sin saber si nuestros destinos se cruzarían antes del regreso al cabo de un mes, a
pesar de haber compartido tantos momentos planeando el viaje…, y me monté en el taxi
tras mostrarle al perplejo taxista la dirección en chino con el teléfono de
destino que llevaba escritos y asegurarme de que pusiera en marcha el
taxímetro.
Pude comprobar entonces, y luego, a lo largo del viaje, que este
punto es fundamental para hacerse entender, pues casi nadie conoce los mínimos
rudimentos de inglés y muy pocos se manejan en pinyin (la transcripción
fonética del mandarín en caracteres latinos). Eran las 12 a.m., acababa de
comenzar la ceremonia con la que la WFCMS ( World Federation of Chinese
Medicine Societies) daba por inauguradas nuestras prácticas en el hospital
Huguosi, y yo estaba a 25 Km. de Beijing.
Enfilamos hacia la ciudad por una espaciosa autopista de cinco carriles que al
poco ya estaba colapsada en un fenomenal atasco. El cansancio del viaje, el
calor, y la impaciencia empezaron a hacer mella. Imaginaba que a ese paso no
iba a llegar ni a los postres y que la carrera iba a costarme un riñón y una
dura negociación con el taxista.
“Vamos, Marisa! Wu wei…” me dije, en un intento por relajarme. Y funcionó!
A lo lejos,
en el horizonte, empezaban a vislumbrarse enormes torres sin forma definida de
ciudad entre puentes, cambios de sentido, túneles, pasos elevados y señales que
iban indicando, uno tras otro, los seis anillos de circunvalación de la ciudad.
Me sentía desubicada e intimidada por aquella magnitud incomprensible en la que
iba a transcurrir mi próximo mes, con una sensación mezcla de excitación,
curiosidad y agobio.
Según nos acercábamos el tráfico volvió a intensificarse.
Pensé que a duras penas podría aguantar en un lugar así ese tiempo, y menos
plantearme vivir una temporada…
Al cabo de una hora y cuarto estaba
presentándome en el salón del hotel de la organización donde mis compañeros de
cuatro años acababan de empezar a comer, tras despedirme entre sonrisas del
amable taxista (la carrera 100 yuanes, unos 13 euros). “Como tantas veces lo
imaginado no se corresponde con la realidad final y la preocupación sólo sirve
para alejarte del momento presente”, pensé.
Se me hacía tan raro estar allí con mis
mochilas y ver a mis compañeros de “aventura”…!! La surrealista sensación se
acentuó al ver a dos de los que iban a ser nuestros traductores, Tim, un
gigante de rasgos chinos pero de fuerte acento porteño (su lugar de
nacimiento), y Cristóbal, un occidental
(de Bilbao para más señas) capaz de emitir los guturales sonidos locales con
gran soltura.
Tras la comida, la bienvenida oficial, las fotos de rigor, la visita al banco ( allí no cierran ni los domingos) para cambiar dinero, hacer el pago de los casi 1000 euros por las tres semanas de prácticas y otras actividades programadas, y comprar una tarjeta para el móvil liberado que llevaba para comunicarme localmente (La forma más barata de hacerlo), nos dirigimos a la zona donde se ubican los hospitales para localizarlos y luego tomamos el metro camino del hotel.
La sensación al salir al exterior en nuestra
estación, Guloudajie, en medio del caos de la ampliación metropolitana, la
ruidosa actividad de la calle con sus puestos ambulantes y el tráfico, el calor,
la humedad, el peso de la mochila, el sudor y cansancio del viaje; la
expectación con la que escruto el horizonte hasta reconocer, por encima de los tejados, la torre del la
Campana y el destartalado cartel anunciador de nuestro hotel (Zaoyuanju-Hutong
inn) al que accedemos por un callejón (haciendo honor a su nombre); la rápida
ducha tras ubicarme en la habitación, y la salida a explorar los alrededores... se
graban en todas mis memorias con intensidad.
Quedan impresas, contrastadas, algunas
imágenes por encima del resto: La vieja bicicleta al lado del Bentley coupé,
el gato sonriente de la suerte dándome la bienvenida en un escaparate (así lo
sentí yo al menos…), el primer atardecer en el lago, y la cena con mis compas, con
la mesa giratoria acercándonos platillos de aspectos y sabores variopintos…
No está mal para el primer día!!
Me caigo de
sueño… A las 6.50 a.m. en el hall, que hay que estar en el hospital a las 8!! Hasta
mañana chic@s…! Que descanséis…
1 comentario:
Marisa, no nos abandones. Me falta ese soplo de aire fresco que impregna tus vivencias y me ayuda a desprenderme de la fútil cascara de superficialidad con la que nos envuelve nuestra sociedad. Un abrazo
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