Tal vez debiera haber comenzado mi blog aclarando-me estas cuestiones. Bien, más vale tarde... Así que aquí queda.
Un ave migratoria no sabe porqué viaja, no sabe lo que busca. Tampoco se lo pregunta. Simplemente, un buen día, surge una inquietud en su interior, una necesidad, y emprende el vuelo.
Debe de ser algo parecido lo que le ocurre a un viajero, solo que aquí sí hay preguntas y búsqueda. Y la esperanza de que el viaje le acerque a algunas de esas anheladas respuestas.
Vivo muy cerca de un aeropuerto. De pequeña iba con mis padres bastantes tardes de domingo a ver despegar los aviones. Entoces este hecho estaba todavía revestido de un halo misterioso, excitante...
Me recuerdo mirando boquiabierta los paneles que anunciaban los vuelos. Las letras se volteaban cambiando mágicamente los destinos, a cuál más sugerente, más estimulante para mi imaginación, todos ellos apetecibles.
Ahí se forjó mi sueño: Quería pasar de ser espectadora a vivir mis propios viajes, tener un pasaporte lleno de sellos, dar la vuelta al mundo.
No sabía entonces del otro viaje que sucede simultáneamente al externo, ése de las preguntas y las respuestas que te lleva a ver los lados más ocultos, oscuros y lejanos de tí mismo.
Han pasado unos cuantos años, unos cuantos viajes. Tengo varios pasaportes estampillados de la primera a la última página y un buen puñado de imágenes y recuerdos en mi mochila, los suficientes como para comprender que, bien mirado, todos los viajes son interiores.
El viaje pues, no tiene comienzo ni fin y sucede en el transcurso de un abrir y cerrar de ojos...
En estos años varios amigos me han animado a compartir esos recuerdos, imágenes y reflexiones. Queda aquí mi agradecimiento a algunos de ellos:
A Vicky Moreno, buscadora incansable, amiga, confidente y cómplice de Sueños, unos cuantos ya realizados. Ofició como maestra de ceremonias en la creación de este blog. El suyo, Talante y Talentos, me inspira cada día.
A Pablo Vuillermoz, viajero con mayúsculas, por convicción y necesidad, casi a su pesar. Sabe mucho del alto precio del viaje... Leer sus crónicas me abrió a la posibilidad de compartir. Coleccionamos unos cuantos abrazos de aeropuerto.
A Elvira Landín, irónica vasco-gallega, “compañeira do metal” del viaje a Tíbet. Cronista aguda capaz de dar las “luces largas” analizando en sus relatos personas y situaciones.
A José Cenjor, joven e inquieto cibernauta. Unas cuantas fotos compartidas le animaron a proponerme crear la sociedad ilimitada de aquellos que viven el viaje colgados de una cámara.
A Txesco Juárez, erudito algo cascarrabias y descreído fascinado por la Historia natural y humana. Su macro prodigioso nos deleita acercándonos los mundos sutiles animal y vegetal. Queda desde aquí invitado a compartir alguno de ellos en este blog ya que se resiste a crear uno propio.
Gracias a todos ellos y a los que estáis leyéndome, sea cual sea el camino por el que habéis llegado a este blog.
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